Este sí que era el último día de buceo. Y lo rematamos con una de las inmersiones más chulas. En un bajo en cuya parte superior se agolpa toda la vida.
Hay gente que esta segunda inmersión ya no lo quiere hacer. La primera ha estado tan bien que prefieren quedarse con ese buen sabor de boca. Yo sí que repito, faltaría más. Pero si lo hubiera sabido, me habría quedado arriba. Nada que ver. Lo que puede cambiar el mar en un par de horas. Donde antes había una ligera corriente, ahora era una lucha contínua para mantenerte en el sitio. Y además con bastante más gente que se cruzaba por todos los sitios, un estrés.
Y aquí terminó el buceo, que no el viaje. 9 días de buceo, con 29 inmersiones. Ya nos podíamos bucear más por el horario del vuelo del día siguiente, pero esta tarde bajamos a tierra, para comprar unas camisetas, imanes y lo que se puso a tiro. O simplemente para estirar las piernas después de tantos días metido en el barco.
Y al día siguiente, la paliza de la vuelta. Enlazar cuatro vuelos seguidos, con tres horas de escala entre uno y otro, hasta juntar 34 horas de viaje para llegar a casa. Pero mereció la pena. No digo más.
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