28 octubre 2016

11-08-16. Sagaing, Ava y Amarapura.



Hoy nos tocaba excursión a las afueras. Habíamos quedado a las 9 con Mr. Lin, contactado a través del foro, y a las 9, o mucho había cambiado, o el que nos esperaba no era él. Efectivamente, se presenta como su primo hermano, y nos dice que va a estar con nosotros los cuatro días que habíamos contratado, que el otro no puede porque está en el Lago Inle. A mí estas cosas no me gustan nada. Si no puede quedar que no quede, o que por lo menos escriba un correo diciendo que si no nos importa que sea su primo o su vecino del 5º o lo que sea, pero de buenas a primeras que nos aparezca el chaval este, que no tendrá culpa de nada, pero que cuando me pregunta que por qué llevo el polo del hotel le cuento la historia de las maletas y se echa a reir, pues no….
Pero bueno, temas aparte la cosa es que nos lleva, como primer destino, a Amarapura, y concretamente al monasterio Bagaya, bastante bonito, de madera tallada, y donde estuvimos completamente solos. De camino nos quiso parar en un taller de trabajo de madera, pero le dijimos que no. Él insistía y le tuve que decir, sí, te he entendido. Un taller. De trabajo. De la madera. Artesanías. No nos interesa.






La siguiente parada es el monasterio Mahagandarion, donde a las diez y cuarto de la mañana salen los monjes a hacer la comida del día, hacen filas y la gente les da arroz en los cuencos. Algunos turistas se agolpaban un poco como si fuesen animales de circo, sin mostrar el más mínimo signo de respeto, así que supongo que los monjes estarán hasta las narices. Muchos llegaban cuando la fila ya se estaba terminando, para no tener que aguantar las fotos…


De ahí nos llevó a un telar, pero había poca animación, ya que según él, es el día festivo para los budistas. Adela entró en una tienda frente al telar y algo mercó…
Luego ya nos encaminamos a Sagaing, pero antes hicimos una parada en uno de los puentes que cruza el río para ver la panorámica.
Según subíamos a la colina de Sagaing nos explicó que allí había más de 500 monasterios. No sé si es una cifra un poco exagerada, pero lo cierto es que tanto en la subida como en la bajada no paramos de ver  monjes, y monjas, la mayor parte de ellos, unos chiquillos.
La colina no está mal, pero no tiene nada espectacular. Da la impresión de que es todo moderno. Quizá lo mejor sean las vistas de los alrededores y el río. Aquí el dorado les gusta más que a un tonto un lápiz. La primera parada la hicimos en U Min Thonze. Es una hilera de figuras de buda y ya.



Después fuimos a la pagoda Soon U Ponya, donde hay un buda enorme. Me hace gracia que muchos de estos budas tienen la corona de leds que va cambiando de color, haciendo figuritas. Pero no desentona para nada. Quedaría mucho peor si se lo ponemos a un San Cristóbal, por ejemplo.


Luego de camino hicimos una brevísima parada en una universidad budista, toda como de pastel de crema
Ya se acercaba la hora de comer, y como la siguiente visita era Awa, y allí no hay restaurantes (había uno que estaba cerrado) comimos justo frente al embarcadero, en un sitio frecuentado por locales que le deban buen ambiente. A Awa se cruza en barco. Cuando se llena sale. Y al llegar es casi obligatorio coger un coche de caballos, que no se puede regatear, y cuesta 10.000. Se ven muchas casas inundadas de agua estancada, por la reciente crecida. El carromato tiene bastante traqueteo, pero no resulta muy incómodo. Tienen un buen negocio montado, y las chicas te persiguen hasta en moto, durante parte del camino, para que les compres algo.

El primer sitio que visitamos es un monasterio del que no recuerdo el nombre, y que fue lo que más nos gustó de todo Awa. Es de madera tallada pero peor conservado que el que vimos por la mañana en Amarapura. Nos llamó la atención que había un joven monje recitando las escrituras en una tablet.




De aquí fuimos a la Pagoda Yadana Hsemee, que tampoco ofrece mucho.
Para la torre del reloj ni nos bajamos. Por un lado no nos interesaba y por otro creo que le entendí al cochero que era peligroso por el estado en que se encontraba. Así que ya nos encaminamos a la cuarta y última de las paradas de Awa, que es sota, caballo, rey: el monasterio Mahar Aung Mye Bon San. Al contrario que el primero que vimos aquí, que pese a su estado un poco deteriorado daba sensación de antiguo, este otro, más moderno, daba sensación de decadente y no ha soportado demasiado bien el paso del tiempo.


Y esto es todo en Awa, en unas dos horas de visita. Así que mientras esperábamos el barco de vuelta (más bien es una canoa), aguantamos estoicos la insistencia de las chavalas para que les compráramos algo.
Ya en el otro lado nos esperaba nuestro chofer para el último punto del día, el puente U Bein en Amarapura, para ver el atardecer. Llegamos a las cinco de la tarde, y anochecía sobre las seis y media, así que teníamos que estar allí esperando hora y media. Nos dimos un paseo por el puente, que parecía una romería de la gente que había, no se podía dar un paso. Así que entre el agobio y que estaba muy nublado y el atardecer iba a ser un bluf, aguantamos allí un cuarto de hora y nos vinimos de vuelta a Mandalay. El chofer nos llevó a una casa de cambio donde nos dieron el mismo tipo que en el aeropuerto.


Para cenar, tras un breve rato de descanso en el hotel, nos acercamos al Mingalabar, bastante recomendado en tripadvisor, y que nos pillaba a diez minutos andando. Me la volvieron a jugar con el picante, pero rápidamente me trajeron otro plato con otra cosa que ahora de verdad no picaba.
Al llegar al hotel y preguntar si por fin habían llegado nuestras maletas nos dice la chica de recepción que habían salido por la tarde en bus y que llegarían sobre las seis o siete de la mañana.

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