24 octubre 2016

07-08-16. Paseo por el lago Inle.



Me desperté sobresaltado y miré el despertador todavía con los ojos medio cerrados. Mierda! Nos hemos quedado dormidos! Era lo menos que nos podía pasar después de tanto cansancio acumulado. Habíamos quedado con el barquero a las ocho y eran las nueve y cuarto. Salí rápidamente por si el hombre seguía esperando, pero qué va, lógicamente se había marchado. La chica de recepción no sabía si iba a volver, pero me cuenta que le ha dejado la tarjeta, por si acaso. Así que le llaman por teléfono y el hombre se presenta en cinco minutos. Nos damos una ducha rápida como podemos y sin desayunar nos vamos con el hombre. Nos lleva al embarcadero y allí comienza nuestra andadura por el lago Inle. Bueno, realmente comienza nuestra andadura por el canal que conecta Nyaung Shwe con el lago Inle. Recuerdo un sentimiento de felicidad, de por fin estar en el lugar deseado pese a todas las vicisitudes, y poder disfrutar de un poco de tranquilidad.
Con nuestro barquero pudimos comprobar una de las características de los birmanos: su afición al betel.




Tal y como había leído en el foro, justo donde el canal desemboca en el lago, había un par de barcas con dos individuos tirados sin pegar palo, que en el momento que nos vieron llegar se pusieron a hacer el paripé con el remo y las redes. Ni me molesté en sacar la cámara. Más adelante tuvimos la oportunidad de ver a verdaderos pescadores con las redes o recogiendo algas.
Pese a que en el correo habíamos pedido a la agencia que no queríamos visitar tiendas, nuestra primera parada fue en una fábrica de seda, extraída no del capullo del gusano de seda, sino del loto. Estuvimos un rato por la tienda y a la salida le dije al guía que no queríamos visitar más tiendas.
- Entonces no quiere ir a la fábrica de cigarros?
- No.
- Y tampoco quiere ir a la fábrica de canoas?
- No, tampoco.
- Y a ver a las mujeres de cuello largo?
- No, ahí tampoco quiero ir. (más que nada porque no me gusta que se les trate como atracciones de feria).
- Pues entonces, dónde quieres ir?
- Ah, pues tú sabrás, que eres el guía…
Como se quedaba sin hacer nada le dije que si al mercado, y me dijo que ya no era posible, demasiado tarde, que el mercado era de 7 a 10 y que como nos habíamos quedado dormidos pues que ya nada. Tampoco es que nos importara demasiado, pero bueno, no hubiera estado mal. Yo le insistía que a Inthein, pero él me decía que más tarde. Así que sin muchas más alternativas nos dirigimos a la pagoda Phaung Daw Oo, donde se conservan cinco figuras de buda que han dejado de ser reconocibles como tales por estar totalmente cubiertas de pan de oro. Por primera vez tuvimos que hacer el gesto que tantas veces repetiríamos a lo largo del viaje, descalzarnos para entrar en la pagoda. La gente estaba allí a lo suyo, rezando, sin preocuparse de las dos parejas de extranjeros (nosotros y un matrimonio alemán mayor) que deambulaban por el recinto. En los bajos de la pagoda hay un mercado, casi todo de longis, el vestido típico de Birmania, en el que los vendedores apenas te insisten.





Así a lo tonto se nos había hecho la hora de comer. El barquero nos llevó por una red de canales hasta el restaurante que le pareció, que nos gustó bastante. Eran una serie de cabañitas construidas sobre el agua y conectadas entre sí por pasarelas, desde donde se veía a la gente pasar en sus barquitas. Ahí estuvimos contemplando un poco la vida del lugar.



Ahora ya sí que pusimos rumbo a Inthein, a donde se llega a través de un canal con varias represillas. Solo hay un sitio para pasar, de manera que si venía alguien de frente, como nosotros íbamos contra corriente no teníamos preferencia, le dejábamos pasar.
Hasta llegar a la pagoda de Inthein hay que recorrer un largo camino con una pendiente suave, sotechado, lleno de vendedores, que parece que no vas a llegar nunca. Pero llegas, y las vistas merecen la pena. A estas horas del día las baldosas ya quemaban, así que con el cansancio acumulado tampoco nos entretuvimos demasiado tiempo. Lo justo para disfrutarlo. Como anécdota, dentro del edificio principal, al lado de uno de los budas, tenían una televisión puesta con un combate de boxeo tailandés. Y los monjes viendo el combate. Me resultó curioso.







El camino de vuelta se hizo más rápido que el de ida debido a la corriente favorable, y nos dirigimos a la última parada del tour, el monasterio del gato saltarín, Nga Phe Kyaung. En el monasterio había bastantes gatos, pero ni saltaban ni nada. También había varias estatuas de madera de buda, de las más antiguas que veríamos en el viaje. Y por supuesto, las correspondientes tiendas, donde ya, después de tantas ocasiones perdidas, algo tuvimos que comprar.


Desde aquí ya pusimos rumbo a Nyaung Shwe, donde llegaríamos a las cinco de la tarde. No quiero imaginar qué habría pasado si hubiéramos hecho todas las visitas a las fábricas y tiendas.
Tras pagar al barquero y seguir sus indicaciones, nos acercamos a la agencia de viajes, para saludar y presentarnos. Nuestro barquero llegó antes que nosotros, y resultó ser el 7º hermano de la familia (no sé si sería el séptimo hijo de un séptimo hijo), mientras que el dueño era el sexto.
Antes de marchar al hotel pasamos a reservar un masaje en la casa de la familia Win. La señora andaba ocupada en ese momento y nos dio hora para las ocho. Ya en el hotel descubrimos que de las maletas no había noticias así que estuvimos descansando un rato hasta que se hizo la hora del masaje. Cuando llegamos estaba todo cerrado. Apareció un hijo de la familia y nos dijo que a las ocho se cierra, y que para el día siguiente. Le dijimos que nos habían dicho que a las ocho pero no hubo manera. Así que nada, a cenar al Live Dim Sum House, que nos pillaba justo al lado del hotel. La cena estuvo bastante bien, en un sitio tranquilo y agradable. No nos entretuvimos mucho, nos esperaba nuestra primera noche completa en cama desde había bastante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario