03 diciembre 2012

11 de agosto de 2012. Otro que se acaba.



Todo lo que tiene un principio tiene un final. Y el de este viaje estaba bien cerca. Después de desayunar y hacer el check out en el hotel nos dirigimos al mercado de Kariakoo, pensando yo que iba a ser un mercado de artesanías. Pero nada más lejos de la realidad. Es un auténtico mercado local, que además, al ser sábado, estaba hasta arriba y algo más… Increíble la cantidad de gente que había por todos los sitios. Casi todo mujeres comprando, aunque en las tiendas atendiendo había de todo… Las mujeres con sus vestidos de colores, todo muy animado, pero a mi me resultó un poco agobiante. Puedo decir con casi toda seguridad que éramos los únicos mzungu que había allí… Además se nos ocurrió subir a unas galerías donde vendían telas, con unos pasillos superestrechos, te empujaban por todos los lados… En el mercado vendían de todo. Y aunque el edificio del mercado en sí no estaba mal de tamaño, las calles aledañas eran las que soportaban casi todo el jaleo. Estaba todo relativamente ordenado, con las calles del menaje, las calles de las camas y muebles de madera, las calles de las telas… Y todo hasta arriba.
Una vez visto esto, que no estuvo mal la experiencia, nos paramos a descansar en una especie de terraza-patio que encontramos en nuestro camino. Y allí estuvimos casi una hora más a gusto que ni sé, tomando una cervecita, mientras la gente ya casi comía (no recuerdo bien pero debían ser como las 11).
Después de este merecido descanso nos decidimos a acercarnos al mercado de Mwenge, con bastante respeto por la decepción sufrida en el mercado de Kariakoo. Este mercado en teoría era todo de artesanías, y como había leído que se aquí se podían obtener los mejores precios de Tanzania había dejado casi todas las compras para el último momento. El principal problema de este mercado es que está bastante alejado de todo. Después de negociar el precio con un taxista tardamos como tres cuartos de hora en llegar. Pero como tampoco teníamos otra cosa que hacer pues nos vino bien para hacernos una idea de los arrabales de Dar. Le dijimos al taxista que si nos esperaba le pagábamos lo mismo por la vuelta que lo que le habíamos dado en la ida… El tío no se lo creía, se le hacían los ojos chirivitas, así que allí nos estuvo esperando hora y media… (para mí que hice el tonto de no haber cerrado la vuelta también a la ida, pero bueno…)
Este mercado, efectivamente era todo de artesanía, en su mayor parte tallas de madera, pero también hay pinturas bastante chulas, camisetas y cosas variadas. Todos te llaman para que entres a sus tiendas, pero sin agobios, no son pesados en ningún momento. Para mí este mercado tiene el tamaño perfecto. No es grande como para que no sepas ni por donde empezar, ni es pequeño como para que tenga tres tiendas.
Hombre, las cosas estaban bastante más baratas de lo que habíamos visto en todo el viaje, pero con el precio del taxi nos costaron más dinero. Eso sí, en variedad no tenía comparación. La mayor parte de las cosas que compramos no las habíamos visto en ningún sitio, y fueron las que más nos gustaron.
A la vuelta nos dejó en el hotel para descargar las bolsas de las compras y repartirlas en las maletas. Además nos dejaron imprimir las tarjetas de embarque del avión, todo un detalle del hotel. Así que un poco tarde, para variar, nos fuimos a comer a las mismas galerías comerciales del día anterior, que tenían un batido que no he probado yo una cosa mejor en la vida… Ya teníamos todo el día hecho, así que la corta tarde nos dedicamos a estar sentados en un banco y ver pasar a la gente. Estuvo bien, y tampoco teníamos más cosas que hacer.
Ya sobre las seis y media que empezaba a anochecer compramos en un supermercado algo para cenar en el aeropuerto (me quedé sin otro batido, mecagüen…) y para el hotel, a recoger los bártulos. Desde allí mismo nos avisaron a un taxi, bastante barato, y a las ocho llegamos al aeropuerto. Solo nos quedó hacer tiempo hasta las dos de la mañana que salía nuestro vuelo. Entre sueños y paseos se hizo pesado, pero se hizo. Luego en el enlace en Estambul aprovechamos, igual que en la ida, a gorronear delicias turcas de las degustaciones de las tiendas, jejeje… De este día no hay fotos... No me sentía yo muy seguro llevando la cámara al aire, por lo que pudiera pasar...

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