Una de las cosas que más me llamaron la atención de Cracovia es el fervor religioso de la gente. Casi a cada hora, en cada iglesia, hay misa. Y siempre están llenas. Por lo que hay que organizarse bien para poder entrar. Alguna la conseguí ver al tercer intento, que ya la daba por perdida.
El plan para hoy, siempre improvisando sobre la marcha, era acercarse a la zona del castillo. De camino paré a visitar la iglesia de San Pedro y San Pablo, donde me percaté de un anuncio para un concierto de música de cámara que habría esa misma tarde.
Justo al lado se encuentra la pequeña iglesia de San Andrés, que me gustó mucho.
Desde aquí ya me encaminé a la zona del castillo de Wawel, donde, a pesar de ser bastante temprano, ya había riadas de gente. El hecho de que en esta época, a estas latitudes, los días sean tan cortos, hace que la gente intente aprovechar las horas de luz. A las cuatro de la tarde ya era de noche. Aquí en el castillo es donde más gente me encontré. Entré en la catedral, subí al campanario, pero las vistas no resultaban demasiado atractivas. Sin guía que me diera alguna explicación, o sin tener ningún contexto, no supe sacar partido a esta zona.
Cuando estuve preparando el viaje miré para hacer alguna excursión fuera de Cracovia. La más típica es al campo de concentración de Auschwitz, pero no tenía yo ganas de revolverme. Y siguiendo buscando encontré el cercano pueblo de Tarnow, a tres cuarto de hora en tren. Así que para allá que fui. Me acerqué a la estación de Cracovia, donde me hice un pequeño lío para entrar. Eso hizo que por un par de minutos perdiera el tren a Tarnow. Como había que esperar una hora para el siguiente tren, y aunque fuera bastante temprano para mí, aproveché para comer en un sitio de comida al peso en la misma estación. Finalmente a las dos y media llegué a Tarnow. De tiempo efectivo real de visita estaría poco más de una hora, pero creo que sí me mereció la pena acercarme, ya que estuve totalmente solo en todo el recorrido. Visité la iglesia de la Sagrada Familia, justo al salir de la estación, y luego me acerqué al centro, un cuarto de hora andando. Allí vi la plaza del mercado, los restos de la antigua sinagoga y la basílica de la natividad de la Virgen María. Un paseillo por las calles aledañas, y de vuelta a la estación.
Al llegar a Cracovia, en lugar de bajarme en la estación central, me bajé en Kraków Grzegórzki, una parada antes. Como salí tan contento del concierto de Chopin el día anterior, se me había antojado también ir al concierto que había visto anunciado por la mañana, y esa parada me venía mejor. Por el camino entré en la iglesia de la Santísima Trinidad, que me gustó bastante, y donde volvería el último día para visitar el claustro, que a estas horas estaba cerrado.
Bueno, pues el concierto fue totalmente decepcionante. Estaba indignado de que se atrevieran a cobrar por semejante truño. Entre otras cosas anunciaban las cuatro estaciones de Vivaldi, y solamente tocaron la primavera (¿y las otras tres?), iban fuera de ritmo, alguno desafinaba. Un desastre. Un gancho para turistas en toda regla bajo la apariencia de un programa conocido. Cuando ya no aguanté más me fui, a mitad de concierto. Además hacía un frío que pelaba, por mucha manta que te dieran al entrar para ponerte en las piernas. En fin, menos mal que las vistas nocturnas de la plaza del mercado me alegraron un poco la vuelta.
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