14 agosto 2012

28 y 29 de julio de 2012. Llegada a Tanzania.



Pero por qué todos nuestros viajes tienen que empezar por una paliza?.
La cuestión es la siguiente: quedamos en la estación de trenes a las 7:30, para llegar a Madrid, coger el avión a las 12:30 (que saldría con media hora de retraso) y tras hacer una escala en Estambul, coger otro avión a las 17:10 (que también saldría con media hora de retraso) para finalmente aterrizar en Dar es Salaam a las 2:30 de la madrugada. Como hay una hora más que en España, realmente eran para nosotros la 1:30, con lo que el sueño todavía no nos había pasado factura pero empezaba a hacerlo.
Los trámites de la aduana fueron sencillos: pagar 50$ cada uno por el visado, de una manera relativamente rápida, y pasar a continuación el control de pasaportes. En esto eran las 3:15. Nos planteamos qué hacer. Yo había leído que la estación de autobuses no era de los sitios más recomendables, así que optamos por quedarnos en el aeropuerto. El aeropuerto era pequeño, solamente dos cintas para salida de equipaje, y cuando se abrían las puertas para salir al exterior no se veía prácticamente nada. Así que la decisión fue quedarnos en la sala de recogida de maletas hasta que nos echaran. Cuando en un rato se fue todo el mundo nos tumbamos en unos bancos, apoyados en las maletas, y a dormir…
Pero no nos echaron, y entre cabezada y cabezada se nos hizo de día. Vamos, se nos hicieron las 6:00, que es cuando amanece. Así que sin haber descansado mucho que digamos, decidimos que ya era hora de ir a coger el bus. Nos habíamos decantado por el bus para llegar hasta Arusha en lugar del avión ya que nos permitiría ver un poco más del país. En avión no íbamos a ver absolutamente nada.
Ya a la salida del aeropuerto se nos empiezan a acercar gente para alquilar un taxi. Nos hacemos los locos porque lo primero que nos interesa es cambiar dinero. En el primer sitio no tienen, pero al lado hay otro que sí, así que otro trámite realizado de manera rápida y cómoda. Ahora es cuando nos planteamos lo del taxi. Una vez que le decimos al primero con el que habíamos hablado que cuanto, este a su vez trae un amigo, según él, el number one… Lo raro es que el resto de los que estaban esperando también lo dijeron: number one… No sabemos qué tipo de trato tendrán entre ellos para que todos digan que vamos con uno, pero bueno, eso no era asunto nuestro. Tras intentar regatear el precio, nos dice que nada, que 30$ precio fijo, que no y que no, y nos enseña una tabla con todos los precios a los distintos sitios. Así que allí que vamos. Al llegar el taxista nos dice que cuidado con móviles y carteras, como para fiarnos. El sitio era para verlo. Un caos de desorden, gente y autobuses, todos pitando. Nada más vernos se nos acercan dos amigos, dos facilitadores (por no llamarlos timadores que te engañan con el precio). Bueno, no me enrollo. A los blancos incautos les venden el billete al destino elegido, a un precio superior (quiero creer que no demasiado superior) al que hubiesen pagado de haberlo comprado directamente. Bueno, por eso les he llamado facilitadores, porque entre el caos que era aquello, como para encontrar el nuestro. Finalmente pagamos 35$ cada uno, cuando en un principio nos pedían 45$. Preguntad a esos ingleses que hay ahí sentados, dijeron. Les pregunte (otra parejita de incautos) y dijeron que sí, que 45$ cada uno. Yo les dije que ni hablar y al final 35$. Perdimos el de las 7:00 por cinco minutos, así que el siguiente era el de las 7:30… Jajaja… A las 8:00 pregunté al conductor que cuando salíamos, y me dijo que thirty minutes, media hora, vamos… Así que yo le dije a Adela que ni de coña, que por lo menos una hora, que hasta que aquello no se llenara no salíamos, que así funcionan las cosas en África… Finalmente partimos a las 9:20. Más de dos horas esperando, 10 metros marcha adelante, 10 metros marcha atrás (todavía me pregunto con qué motivo) con el motor arrancado…
Menos mal que no teníamos nada que hacer ese día. Porque tardamos once horas en llegar, entre parada y parada. Y entre cabezada y cabezada también, por supuesto. Once horas, tras once horas en avión, habiendo dormido dos horas escasas tirado en el suelo de un aeropuerto, ahí queda eso… Finalmente, al llegar a nuestro destino, el conductor nos dijo cuidado con los móviles y las carteras. Debe ser que las estaciones de buses atraen a los maleantes. Bueno, si en mi ciudad pasa lo mismo!!
Total, que justo cuando acabamos de sacar las maletas del bus, cuando empezaban los taxistas a dar la paliza, best price, my friend, which hotel, apareció Elisante, la persona con la que habíamos contratado el safari (por cierto, significa viaje en swahili) y nos rescató de sus atenciones. Nos llevó directamente al hotel elegido y tras cinco minutos de lavarnos la cara y llevar las maletas a la habitación, nos explicó algunos detalles de cómo se iban a organizar las cosas. Nos despedimos de él hasta el último día en que volveríamos a vernos para cambiar impresiones de cómo había salido todo.
El hotel un fracaso. No era el que nos habían elegido pero yo quise cambiarlo. En el baño no funcionaba la cisterna, me quedé con la manija del agua caliente del lavabo en la mano, el toallero estaba roto, la pared llena de desconchones… Un show.
Tras una cena riquísima de un plato típico que tenía plátano y salsa de nuez, a dormir, que cogimos la cama como nunca…


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