La idea original del viaje era haberlo hecho con mi madre. Desafortunadamente unas tres semanas antes del viaje sufrió un leve ictus, que aunque no le dejó ninguna secuela, hizo que cogiera miedo y no quisiera viajar. Así que tenía dos opciones, o ir solo, o no ir. La respuesta estaba clara, le estoy cogiendo el gustillo a esto de viajar solo.
Con anterioridad al viaje había comprado las entradas para visitar el colegio Maius, el museo Czartoryskich, el tour del barrio judío, y un concierto de obras de Chopin.
En cuanto al hotel, reservé el Hotel Polski pod Białym Orłem. Había reservado otro más céntrico para que mi madre tuviera que andar menos, pero al anular ella el viaje cambié a éste, de lo poco que quedaba, pero su habitación individual era más barata que la reserva original.
Así que el jueves 5 de diciembre, después de trabajar, cogí el coche hasta el aeropuerto de Barajas y dejé el coche en el parking de la T2, desde donde vuela Lufthansa. Normalmente intento ir en tren a Madrid, pero entre que con los retrasos que hay últimamente no te puedes fiar de llegar a tiempo, y que el vuelo de vuelta llegaba a un horario incompatible con el último tren, en esta ocasión no me quedó más remedio que ir en el coche.
No encontré vuelos directos que me llevaran a Cracovia, por lo menos a los horarios que me interesaban, así que tuve que hacer escala, a la ida en Munich y a la vuelta en Bruselas.
Por cierto, que en el embarque del vuelo a Munich, el personal de Lufthansa comprobó el equipaje de mano de todo el mundo y a casi todos les hicieron facturar, y es que o bien se pasaban de medidas o bien se pasaban de peso. Ya podían protestar lo que quisieran (siempre sin razón), que eran inflexibles. Yo en esta ocasión solo llevaba una mochila pequeña a la espalda y a mí no me revisaron.
Llegué a Cracovia a la hora prevista, las once y media de la noche, y aunque mi hotel no estaba lejos de la estación de tren, a esas horas no me apetecía andar probando, y me cogí un taxi. Un taxista muy amable, que me permitió pagarle en euros, mientras me daba la vuelta en eslotis polacos.
Aquí comenzaba mi estancia, vamos a por ello.