Tenía la entrada para visitar el museo de nombre impronunciable (Czartoryskich) a las diez y veinte, así que a primera hora estuve haciendo tiempo un rato visitando, cómo no, la plaza del mercado, en un día desapacible que no invitaba mucho a pasear, y haciendo un primer intento infructuoso a la iglesia universitaria de Santa Ana.
A la hora prevista entré a este primer museo, que me sorprendió bastante. La joya del museo es el cuadro de Leonardo llamado la dama del armiño. Leonardo debió pintar solamente cuatro retratos de mujer, el más famoso el de la Gioconda, y este es otro de ellos. Me costó bastante tiempo encontrarlo porque la arquitectura del museo es un poco enrevesada, pero cuando lo vi me gustó mucho más de lo que imaginaba. Lo había visto en foto veinte veces mientras preparaba el viaje, pero tenerlo de verdad frente a mí, estando yo totalmente solo en la sala del cuadro, me emocionó. Aparte de esta obra, el museo tiene un poco de todo.








Como la entrada para el siguiente museo, el colegio Maius, la tenía para las dos de la tarde, trasteando en el google maps vi que en los bajos del mercado estaba la entrada a otro museo que en principio no me había llamado la atención, el de Rynek subterráneo. Es un museo interactivo y didáctico, lleno de familias con niños, sobre el origen de la ciudad de Cracovia, que me resultó bastante interesante.
Sin mucho más que hacer, y previo segundo intento a la iglesia universitaria de Santa Ana, aunque antes de la hora a la que tenía la entrada, me acerqué al Colegio Maius, donde me dejaron pasar sin problema. Otra vez estuve solo. En este sitio es donde estudió Copérnico. Se visitan un par de salas y ya está.
Por fin, a la salida de este colegio, pude visitar la iglesia famosa.
Todavía me quedaba una de las visitas “obligatorias” que hacer en Cracovia, y que por la mañana no había podido hacer ya que estaban en misa. Pero ahora que era mediodía ya estaba disponible la basílica de Santa María. La gente se intentaba colar por la “entrada de rezar”, pero el personal que trabajaba allí era estricto, nada de fotos desde esa zona. Por 3.5 € al cambio, creo que merece la pena pagar la entrada y verla en condiciones.
Como ya había visto todo lo que tenía pensado y todavía me sobraba la tarde, me senté tranquilamente en un banco de la basílica, que para eso había pagado la entrada, y saqué la entrada para visitar las minas de sal de Wieliczka, fácilmente accesibles en tren desde Cracovia. De camino a la estación encontré la hamburguesería M22, donde repuse fuerzas antes de seguir con la jornada.
Al llegar a Wieliczka el ambiente era de película de miedo, yo solo, con una niebla del demonio… así que me encaminé a las minas donde sorprendentemente no hacía frío. Había leído opiniones contradictorias de esta visita, pero a mí me gustó bastante. Nos llevaría casi tres horas.
Ya de vuelta a la ciudad, hice un último paseo por el mercado navideño. Esta era mi última noche en Cracovia.