Tenía el vuelo a las dos y cuarto
de la tarde, por lo que tenía que salir hacia el aeropuerto sobre las once. Mi
primera intención había sido ir a ver el museo Tokugawa, pero abrían a las
diez, así que no iba a tener tiempo para nada y deseché la idea.
Como quería aprovechar el poco tiempo que me quedaba me levanté bien temprano y primero me acerqué al templo Kosho-ji. Desafortunadamente gran parte del recinto estaba en obras, aunque pude sacar alguna foto maja de su pagoda.
Luego me acerqué al Atsuta Jinja, pero me decepcionó un poco. Los jardines de alrededor están bastante bien, pero el edificio es moderno.
Por último, la joya de la corona de Nagoya, su castillo.
Esto se había terminado. Fui al hotel a recoger las maletas, y de aquí a
la estación camino del aeropuerto. La salida de Japón se produjo sin ningún
problema, y la entrada en China también, pero esta vez me tocó esperar una hora
en inmigración. Más otra hora en llegar del aeropuerto a la zona del hotel, acabé
llegando a las siete y media, desde las cinco que aterrizó el avión. Como hay
una hora menos que en Japón, para mí eran casi las nueve de la noche. Me di un
paseo por la cercana y famosa calle Wangfujing, que yo esperaba que
fuese auténtica y tradicional, pero nada más lejos de la realidad. No encontré
para cenar nada que me convenciera así que acabé tomando una triste y pequeña
hamburguesa en el McDonalds. Y para el hotel, que para variar al día siguiente
tenía madrugón.
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