14 junio 2024

24-04-2024. Mañana en Koya San y traslado a Nagoya.

 

A la intempestiva hora de las seis de la mañana teníamos rezo común en el salón principal del templo. No era obligatorio, pero todos los que estábamos en la cena el día anterior, estábamos allí. Tuve suerte y pillé la última banqueta disponible. No me quiero imaginar cómo hubiera sido ese tostón si además me toca estar sentado una hora en el suelo.

Después nos fuimos todos a desayunar, básicamente el mismo tipo de comida que lo que había cenado la noche anterior. Así que a las siete y media de la mañana ya estaba camino del cementerio, de nuevo. A la luz del día ya no tenía una pinta tan siniestra.


 


El resto de la mañana lo dediqué a las visitas que tenía pendientes del día anterior: Pagoda Kongo Sammai-in Tahoto, pasé de nuevo por las pagodas del Kongobu-ji y por último el museo Koyasan Reihokan, que me gustó bastante. Al lado hay un conbini en el que me surtí de un tentempié a media mañana.






A las doce y media consideré que ya era hora de volver y empecé a enlazar los transportes de vuelta hasta Nagoya. Tenía un bono comprado previamente por internet en el que tenía incluidos un montón de transportes. Como los trenes gratuitos daban una vuelta descabellada y tardaban un montón en llegar, opté por coger uno más rápido que tenía parada en Kyoto, aunque fuese de pago. Todo esto sobre la marcha. Ya que estábamos me quedé allí a comer, en el Isetan de la propia estación. Intenté salir para dar una vuelta pero estaba jarreando, así que enfilé ya para Nagoya.



Al llegar a Nagoya tuve que pasar por el Uniqlo para comprar algo de ropa, que me había vuelto a quedar sin repuestos, y como me pillaba de paso, en el piso de debajo, volví a entrar en el Big Camera. Ya sé que tres días antes me habían dicho que ni tenían el objetivo ni lo iban a tener, pero era bajar una planta en escaleras y no me costaba nada, ya que estaba allí. Y cuál fue mi sorpresa cuando el dependiente me pregunta si lo quiero probar o comprar. Y yo, ah, pero tenéis uno. Y me contesta, sí, has tenido mucha suerte porque nos acaban de cancelar un pedido. Así que me fui para el hotel más contento que ni sé, por fin con el objetivo.

Una vez en el hotel de Nagoya, el mismo en el que había estado tres días antes y donde había dejado las maletas, aproveché otra vez más para ir al ofuro, después de varias noches durmiendo en el suelo y en habitaciones con baño compartido.

No me quedaba mucha tarde libre, pero lo que me quedaba lo pasé reorganizando la maleta, ya que al día siguiente volaba a China. Después de mucho buscar, conseguí hacer mi última cena en Japón en un kaiten sushi.

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