Tal como decía, hoy me tocaba un
buen madrugón. A las seis menos cuarto ya estaba saliendo por la puerta del
hotel. No recuerdo el recorrido exacto que fui haciendo, pero era el que me iba
marcando Google Maps como el más adecuado. Sí sé que mi destino final era la
parada de Shimoyoshida. Una vez allí está todo muy bien indicado para acceder
al parque Arakurayama Sengen, donde se encuentra esa imagen icónica que iba
buscando. No tuve suerte. Nada más salir de la estación ya pude ver que estaba
todo cubierto, y que el monte Fuji no se iba a ver. Y además no tenía pinta de
despejar. Así que con tranquilidad empecé la subida al observatorio. A pesar de
llegar bastante pronto (a las ocho menos cuarto ya estaba subiendo) ya había
gente por allí. No me quiero imaginar cómo se debe poner cuando llegan las
hordas de Tokyo.
Por lo menos tuve suerte de que todavía quedaban bastante cerezos en flor, algo nada habitual en esta época tan tardía del año. Como vi que las nubes no abrían, y tampoco me quería ir nada más llegar, después de haber ido tan lejos, me entretuve un rato haciendo fotos a los pajaritos, una de mis aficiones.
Desde aquí tenía idea de acercarme a un parque de atracciones de Naruto, el Fuji-O Highland, a un par de paradas de tren. Cuando le pregunté a la revisora que si ese era el tren para ir, me contestó que si estaba seguro de que quería ir allí. Me quedé con la mosca detrás de la oreja, y al mirar en internet, vi que precisamente era el día de la semana que estaba cerrado. Tampoco me importó demasiado. Era una visita que, ya que estaba allí podía haber hecho, pero no tenía especial ilusión. Así que seguí en el tren para hacer la visita del Santuario Kitaguchi Hongu Fuji Sengen, situado en el sur de la ciudad. Era un sitio lleno de tranquilidad, en medio del monte, que me gustó bastante.
Aquí tuve la disyuntiva de ir al Monte Takao, por el que pasaba de vuelta a Tokyo, o ir al Jardín Ashikaga Flower Park, que tenía que estar en plena temporada de floración de glicinias. Me apetecía bastante más ir a este segundo destino, pero estaba muy a desmano. Google me daba casi cuatro horas para llegar hasta allí, casi a la hora del cierre, así que pese a que en el Monte Takao ya había estado, preferí asegurar y elegí esta visita. Llegué a las dos y media de la tarde, una hora bastante tardía, así ya no quedaba demasiada gente. Además elegí una ruta que iba por un puente colgante, algo alejada de la ruta principal. Me crucé con dos personas en todo el camino. Cuando llegué al templo principal no quedaba ni el tato, y estaba todo cerrado. Además se estaba yendo la luz, así que no me pude entretener demasiado.
De vuelta en Ueno me acerqué a un local de Yamato Transport, también conocidos como Kuroneko, para gestionar el envío del equipaje hasta Nagoya, ya que para la siguiente etapa solamente iba a llevar la mochila. Desde aquí, después de dos noches intentándolo y no consiguiéndolo, por fin pude cenar en un Kaiten Sushi en la zona de Ameyoko.
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