09 junio 2024

19-04-2024. Nagano y Matsumoto.

 

Otro madrugón. Es lo que tiene viajar y querer aprovechar el tiempo. Hoy dejaba Tokyo hacia Nagano, donde quería ver los templos de Togakushi. A las seis y media cogía el shinkansen, para llegar a Nagano sobre las ocho. Justo enfrente de la estación están las oficinas de Alpico Bus, donde me acerqué para comprar el bono diario que incluía traslados ilimitados en el bus a Togakushi y alguna que otra ventaja que no utilicé. El primer bus salía a las ocho y media, por lo que apenas tuve tiempo de comprar el desayuno de moda, un par de onigiris en el consabido Seven Eleven de la esquina.



Después de una hora de recorrido llegué a la parada más alejada, Togakushi Okusha. El plan era ver lo más alejado para luego ir bajando. El camino hasta llegar al templo está flanqueado por una avenida de cedros impresionante. Uno no se hace a la idea de la magnitud que tienen hasta que no se ven allí. Hay un par de kilómetros hasta llegar al templo, la última parte en bastante cuesta. Todavía quedaba algo de nieve. Cuando llegué al templo en sí me llevé una buena decepción. Era un edificio totalmente moderno. Sin mucho que rascar emprendí la vuelta.






A mitad de camino hasta la parada de autobús sale un sendero a mano derecha que lleva hasta los distintos templos, pasando por un par de lagos en medio de la montaña. Elegí esta opción antes de estar esperando al autobús. Había bastante letreros de cuidado con los osos, pero no tuve esa suerte. El clima era algo desapacible debido al aire, pero por lo demás la caminata estuvo bastante bien.

Fui visitando los templos de Togakushi Chusa, Togakushi Hinomikosha y Togakushi Hokosha, el más grande y que más me gustó, pero que hay que subir unas cuantas escaleras hasta llegar hasta él. Todo el recorrido me llevó algo más de tres horas.





El bus de vuelta hasta Nagano tenía parada en el templo Zenkoji, visita obligada, así que bajé ahí y un parque cercano me entretuve un rato haciendo fotos a los pajaritos. Después de ver el templo y sus alrededores aproveché que pasaba un autobús para que me llevase a la estación.







Sin tiempo que perder cogí el tren a Matsumoto, donde llegué sobre las cuatro de la tarde, sin haber comido. Así que tuve que hacer la tradicional parada en el Seven Eleven de rigor para comprar un par de onigiris e ir tirando camino del castillo, ya que llegaba el atardecer y quería hacer fotos en la hora dorada y en la hora azul. Estuve algo más de hora y media esperando la luz correcta, y al final conseguí la foto que quería.







El día todavía no había terminado. Esta noche dormía en Shinano Omachi, un pequeño pueblo algo más al norte al que se llegaba tras casi una hora en tren desde Matsumoto. El motivo de quedarme aquí era adelantar un tramo para al día siguiente poder comenzar bien temprano la ruta alpina.

Llegué al hotel sin más problema, pero sin haber comido apenas en todo el día. Decidido a hacer una buena cena miré en internet los restaurantes de los alrededores para descubrir que a esas horas ya estaba todo cerrado. No me quedó más remedio que ir a un supermercado y comprar cuatro mierdas de comida rápida para salir del paso.

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