Otro día de paliza. La ruta
alpina Tateyama-Kurobe está abierta del 15 de abril al 30 de noviembre, y es
famosa por el pasillo entre paredes de nieve que superan la altura de un
autobús. Se van enlazando distintos medios de transporte entre Shinano Omachi,
donde había dormido y la ciudad de Toyama. Se puede ver toda la información en
la web https://www.alpen-route.com/en/ donde había comprado los tickets el día que se pusieron a la venta, el 1 de marzo.
Con la cantidad de días que llevaba madrugando este día me desperté bastante pronto, y aunque tenía el billete para más tarde, preferí acercarme por si había demasiada gente. El trayecto entre Shinano Omachi y Ogizawa, donde realmente empieza la ruta, se hace en autobús, y dura unos cuarenta minutos. Y menos mal que fui pronto, porque ya en el bus, a las siete de la mañana, hubo gente que se quedó sin sitio y tuvo que esperar. Cuando llegué a Ogizawa había más gente que en la guerra, que habían llegado en autobuses privados. Al ver tanta gente, a pesar de que tenía el billete para las nueve, intenté entrar con el primer turno, a las ocho. Y no hubo ningún problema. Eso sí, íbamos como en procesión. La ruta consiste en ir enlazando distintos medios de transporte, el primer tramo es un bus eléctrico. Yo pensaba que habría un bus eléctrico que iría yendo y viniendo haciendo el recorrido, pero qué va. Eran un montón. Aquí vas por un túnel, hasta que llegas a la presa de Kurobe. La presa como tal la cruzas andando, y había gente que parecía que iba al primer día de las rebajas, corriendo para adelantar. Claro, te empieza a entrar a ti también el agobio y aceleras. Pero bueno, aún así pude hacer alguna foto desde la presa.
Luego enlazas un tren de cremallera, que va por otro túnel, y un trolebús también en túnel. Con lo que no ves nada en el recorrido. Finalmente llegas a Murodo, que es donde todos vamos, y es donde está el muro de nieve.
Una vez visto tampoco hay mucho más que hacer, si no te has planteado hacer rutas de trekking por la zona, así que seguimos camino, esta vez en un autobús convencional en el que sí puedes ir viendo el paisaje, que es bastante chulo. Después de unos 50 minutos llegas a otro tren de cremallera, que te deja en Tateyama. Por fin hay que coger un último tren que en una hora te lleva hasta Toyama. A mí me tocó esperar media hora en Tateyama, así que aproveché para tomarme un heladito. El tren entre Tateyama y Toyama te lleva por unos paisajes espectaculares, casi lo que más me gustó de toda la ruta.
Aunque tenía pensado ir en tren de Toyama a Nagoya, mirando en Google maps vi que había un autobús que me venía mejor de horario y de precio, así que al llegar a la estación de Toyama, compré el billete. El tiempo que me quedaba lo dediqué a visitar el parque Kansui, haciendo fotos de pajaritos, y luego me acerqué al “castillo” de Toyama. Lo pongo entre comillas porque lo de castillo le quedaba un poco grande. Incluso me dio tiempo a comer un arroz con algo en un Yoshinoya.
El viaje en bus se dio estupendamente. Tuve la suerte de que no había nadie en el asiento de al lado, así que iba tan a gusto. A las dos horas paramos en un área de servicio a estirar un poco las piernas, y cuatro horas después de salir de Toyama, llegué a Nagoya.
Pasé por el consabido Bic Camera, a ver si encontraba el objetivo que seguía buscando, pero me dijeron que ni lo tenían ni lo iban a tener, que estaba agotado en todo Japón. Ya en el hotel, el mejor del viaje, aproveché para darme una buena ducha y bajarme al ofuro, el baño. Me quité todo el cansancio de los dos días. Tan a gusto estaba que no me acordé de que tenía que sacar la entrada para la ciudad prohibida. Tuve la suerte de que fue llegar a la habitación y empezar a sonar la alarma que tenía puesta, porque ya se me había olvidado. Tras un momento de pánico, porque me decía que ya no quedaban plazas, pude sacar la entrada. Para celebrarlo me bajé a cenar un ramen, el primero del viaje.
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