Un nuevo día nos ponemos en
marcha. Nuestra meta para hoy era la sección de Ishasha, todavía dentro del
QENP, pero distante alrededor de hora y media por una pista de tierra. El
primer tramo de la pista de tierra no estaba en mal estado pero al rato, y
debido a las lluvias que habían caído, se convierte en un barrizal en el que
hay que conducir con cuidado por los patinazos. De hecho, en los poco más de 70
km., nos encontramos un par de trailers medio volcados, que se habían ido a la
cuneta, y estaban esperando que los sacaran. Claro, que viéndoles conducir no
me extraña. Las motos, con dos personas, nos adelantaban a toda leche, corrían
como si no hubiera un mañana, conduciendo con chanclas, y dando unos botes que
parecía que iban a salir volando en cualquier momento. En este trayecto también
nos encontramos un elefante justo al lado de la carretera.
A pesar de que nuestro
alojamiento estaba a medio kilómetro de la puerta del parque, optamos por
entrar directamente. Mientras esperábamos a que nos sellaran las entradas
aprovechamos para comprar unas pulseras en una tienda que había allí mismo, y
coincidimos con un grupo que catalanes que ya salían. Venían de hacer el
circuito en sentido contrario al nuestro, y estuvimos un rato intercambiando
impresiones y experiencias de otros viajes.
Una vez dentro, los caminos que
vimos fueron los peores de todo el viaje. En el primer desvío que cogimos, que
venía indicado (no es que yo me meta por el primer sitio que veo), nos tuvimos
que dar la vuelta por los baches que había. También influía que todavía nos
duraba el susto del día anterior, y no queríamos volver a quedarnos encallados.
Así que básicamente seguimos el camino principal, ya que no había mucha más
alternativa. Lo más atractivo del parque era una charca, a mitad de camino, con
varias aves acuáticas.
Al final de la recta, al lado
del río, había un campamento militar, ya que ese río es la frontera con la
República Democrática del Congo. Desde aquí optamos por salir directamente a la
carretera. Adela estaba harta de los caminos, y era la salida más rápida. Fue
peor el remedio que la enfermedad, ya que ese tramo fue el que peor estaba.
Hubiera sido mejor, aunque fuera más largo, volver por el mismo sitio. Íbamos
buscando los famosos leones trepadores, pero no hubo suerte.
Ya en el alojamiento nos suben un poco el ánimo cuando nos dicen que, como somos prácticamente los únicos clientes (había otra familia de cinco miembros), nos van a meter en una cabaña superior, la mejor que tienen. La verdad es que el sitio es una chulada, al lado de una charca, con un buen césped. Así que nos quedamos por allí descansando. Le decimos a uno de los chicos de allí que nos lave el coche, que estaba lleno lleno del barro de habernos quedado atascado el día anterior, que ni se veía por los espejos, ni casi por el parabrisas, y nos damos una vuelta por el lodge, viendo alcaravanes. A última hora de la tarde, con una cervecita en la mano, vemos a una familia de cercopitecos verdes jugar y comer, mientras se pone el sol. Hoy es un día de relax, intentando recuperarnos del estrés del día de ayer.
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