Realmente empezó el viernes 6,
cuando salimos a las 12 del mediodía, en un vuelo prácticamente vacío, tanto
que daba cosica. Llegamos a Estambul sin más problemas. Tras una escala de un
par de horas, en las que pudimos comprobar la monstruosidad del nuevo
aeropuerto internacional (a la vuelta la pudimos comprobar en más detalle) salimos
en hora hacia Entebbe. En este segundo vuelo había bastante más gente. Los
trámites del aeropuerto se hicieron sin problemas, y a la salida nos estaban
esperando para llevarnos en un taxi hasta Kampala, que está a unos 50 minutos.
Lo bueno es que a esas horas no había ni el tato por la calle. No pudimos
comprobar el caótico tráfico de Kampala. Lo malo es que cuando llegamos al
hostal, la de recepción debía estar dormida bien adentro, y por más que
llamábamos al timbre, tardó como media hora en aparecer. Nos tocó un tercero
sin ascensor, al que subir con las maletas a esas horas se hizo pesado, pero
bueno, finalmente a las seis de la mañana nos pudimos meter en la cama.
Tras dormir unas pocas horas no
quedaba más remedio que ponerse en marcha, y tras un rico desayuno nos
acercamos andando al Acacia Mall, que estaba relativamente cerca. En el
desayuno nos cobraron a mayores la leche, y es que después vimos que era
bastante difícil encontrar leche procesada. La vendían en polvo, o incluso en
alguna ocasión nos mandaron a la vaquería directamente, pero en tetrabrik no
encontramos más que en un par de sitios.
Nuestros planes en el Acacia
Mall eran cambiar dinero y comprar una tarjeta sim para el teléfono. Como nos
entretuvimos buscando la oficina de cambio, que no estaba en el mismo edificio,
y en el de enfrente lo tardamos en encontrar, en lo que quisimos cambiar dinero
nos habían cerrado la tienda de telefonía. Pero bueno, ya teníamos para comer.
Antes de eso, teníamos que satisfacer necesidades más primarias que el comer, y
era comprar regalos para la familia. Justo detrás del Acacia Mall encontramos
una tienda de artesanía llamada Banana Boat, que nos habían recomendado en el
hostal, con buen surtido y buenos precios, y ahí cargamos un montón de cosas.
Mi idea era quitarnos los regalos del viaje cuanto antes, para luego no tener
que estar perdiendo tiempo buscando una u otra cosa. Y ahora ya sí nos pusimos
en comer en una hamburguesería frente al Mall.
Después de comer nos fuimos
cargados con las compras a echarnos una siesta en el hostal, que habíamos
dormido apenas cuatro horas. Y luego nos lanzamos a cogernos unos boda boda. Lo
de los boda boda es un capítulo aparte. Por la pandemia estaba prohibido que
fueran dos pasajeros (además del conductor), pero es que aunque no estuviera
prohibido, yo dudo de que fuera yo capaz de ir tres en una moto, aunque ellos
se meten hasta cuatro. Así que paramos un par de motos en la carretera, y nos
dirigimos al mercado de artesanía que hay en Buganda Road. Era un poco triste,
porque prácticamente éramos los únicos turistas que había, y las chicas que
regentaban los puestos, muy educadamente te pedían que entraras en el suyo para
comprar algo. Intentamos repartir un poco las compras, aunque prácticamente
todas tuvieran lo mismo, pero siempre había pequeñas diferencias.
Y un poco antes de que empezara
a hacerse de noche, de vuelta al hostal. Cogimos otro par de motos, y el
conductor de Adela, que iba delante, se pasa del hostal, y el mío se para, y yo
dando voces. Bueno, al final seguimos y cuando conseguimos pillares le dije al
otro que para qué va primero si no sabe dónde va… La anécdota del día.
Ya de vuelta al hotel, a cenar
un poco y a dormir, que todavía arrastrábamos sueño.
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