Cuando
escribo este diario apenas han pasado un par de días desde el terremoto. Las
imágenes son impactantes, y aunque por un lado nos da mucha pena ver los
edificios medio destruidos, nos sentimos muy afortunados de haber podido
disfrutar de esta maravilla.
Habíamos
quedado con nuestro guía a las ocho y media, dispuestos a aprovechar al máximo
el último día de coche. No paramos de ver templos en todo el día, con la
consecuencia de que uno ya no sabe cual es cada uno. El listado de los que
vimos es el siguiente, con el olvido de alguno, ya que en los días siguientes,
cuando intenté hacer por nuestra cuenta los que nos faltaban de ver, en tres
ocasiones ya los habíamos visto y se nos había pasado apuntarlos.
Shwezigon
pagoda
Htilominlo
Alopawpye
Dahmma
yan gyi
Dahmma
ya zika
Izza
Gawna Paya
Finido
Paya
Thon Zu
Tayoke
Pyay.
Lemyethna
Lawkananda
Sein Nyet
Naga Yon
Gu Byauk Gyi
Gaw Daw Palin
Buledi (río)
Shwe gu gyi
That Byin Nyu
Shwe San Taw
Comenzamos
en la pagoda Shwezigon, dentro de Nyaung U, nos pillaba realmente cerca. Aquí
las vendedoras nos dijeron que la entrada estaba junto a sus puestos, que
dejáramos el calzado allí. A la vuelta nos había quitado las chanclas de donde
las habíamos puesto, las habían colocado frente a su tenderete para
“obligarnos” a mirar la tienda. No me gustó nada este gesto. No obstante la
pagoda está bastante bien.
Esta
es un poco más distinta al resto que hay en Bagan, por sus dorados, en vez de
ser de ladrillo. Pero a partir de aquí todo empezó a convertirse en un
maremágnum y una sucesión, no voy a decir que de templos todos iguales, pero sí
que quitando media docena un poco más representativos, se me mezclan todos. Puedo
decir que aprovechamos el coche a tope.
La
parada para comer la hicimos en un sitio en el que caímos por casualidad
llamado Mingalarbar Food Corner, situado en New Bagan. Cuando le pedimos al
guía que nos recomendara un restaurante se quedó en blanco, sin saber qué
responder. Me pareció un poco raro. Pero bueno, el sitio no estuvo mal, un
restaurante normal con buena atención y que nos dio sandía de postre gratis,
sin haberla pedido, que como refresco nos vino genial.
Después
de comer nos acercamos al templo de Lawkananda, al lado del río. La “localidad”
en la que se ubica estaba de fiestas, y estuvimos un buen rato viendo un
partido de voleibol entre pueblos cercanos. Lo pasamos bastante bien viendo
cómo animaba la gente. En ese rato cayó una buena chaparrada, pero como
estábamos debajo de un gran árbol ni nos enteramos.
El
templo que más nos gustó de todo el día fue el Shwe gu gyi, al que se puede
subir, y cuyas vistas son espectaculares. Además estuvimos prácticamente solos,
y aunque no era todavía la puesta de sol, faltaba bastante poco y los colores
eran muy chulos. Desde aquí además se veía el Shwe San Taw, cómo se iba
llenando de gente hasta la bandera.
Pero
bueno, tras haber disfrutado lo nuestro en este sitio, también nos acabamos
acercando allí. Había muchísima gente y no disfrutamos tanto como en el
anterior, pero también mereció la pena subir. El cielo no estaba muy claro, así
que no esperamos hasta el final de la puesta de sol, porque además no habíamos
parado todo el día y estábamos cansados. Decidimos irnos al hotel y despedirnos
del chófer.
A la
hora del pago, al sacar los dólares, de bastantes malos modos empieza a
mirarlos, y a poner caras raras, y yo venga a preguntarle que qué pasaba, que
si había algún problema, y el tío sin contestarme, maleducado, se acerca a la
recepción del hotel, y les pregunta no sé qué, todo sin decirme nada, y luego,
sin ninguna explicación nos dice, foto para Mr. Linn (que aquí no estuve yo
vivo y le tenía que haber mandado a paseo), nos hace una foto con el móvil, y
sin despedirse, hasta luego, Lucas. Yo había leído maravillas del Mr. Linn,
pero este que nos mandó al final no me gustó (no he contado que uno de los
días, mientras nos daba la botella de agua, sacó una lata de cerveza para
beberse mientras esperaba nuestra visita).
Pero
bueno, ya nos habíamos despedido de él, y ahora lo que quedaba era cosa
nuestra. Tras un rato de descanso en la habitación y un bañito rápido en la
piscina, que estaba de mimo, preguntamos en recepción dónde nos podían dar un
masaje, y nos mandaron a un sitio que estaba un par de calles más allá. Tras
reservar la moto eléctrica para los dos días siguientes nos acercamos donde el
masaje. Cuando llegamos, a las ocho de la noche, un grupo de chicos jóvenes que
estaba al cargo y que su inglés era muy justo nos dijo que era muy tarde, y que
ya estaba cerrado. Quedamos con ellos entonces a las siete de la tarde del día
siguiente. Desde aquí ya nos acercamos a cenar, a un sitio llamado La Terraza,
cuya dueña, una italiana, se había casado con un birmano y allí se había
quedado. La cena estuvo bastante bien, pero fue un pelín (solo un pelín) más
cara de lo que estábamos acostumbrados (quizá demasiado bien acostumbrados). Ya
al día siguiente empezábamos a rular nosotros solos por los caminos de Bagan.
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