A
las ocho, puntuales, nos esperaban de la agencia para llevarnos a Kakku. Una
persona con un inglés más que correcto nos presenta a su sobrino, que va a ser
nuestro chofer el día de hoy, y mañana para llevarnos al aeropuerto. El inglés
del chaval era justito justito, pero luego resultó ser muy competente y
prudente. Tras una hora aproximada de camino hacemos un alto en la ciudad de
Taunggyi, la capital del estado Shan donde nos encontramos. Allí, en la oficina
de Turismo, pagamos las tasas de entrada y cogemos a nuestro guía de la etnia
Pa-O (ellos pronuncian po), un chaval muy simpático y con un buen nivel de
inglés, que según vamos saliendo nos comenta algo de Taunggyi, de sus seis
universidades (en realidad son facultades), institutos, colegios… Tenemos la
suerte de que coincidimos con un mercado de ganado que hay en la salida, que se
celebra una vez cada cinco días, y se acercan de los alrededores a vender y
comprar. Nos gustó bastante el ambiente.
De
camino a Kakku el guía nos fue contando características de los Pa-O, como que
el color tradicional de las vestimentas es negro o azul muy oscuro, y que en
cambio los Shan visten de muchos colores, pero que ellos las toallas de la
cabeza las pueden llevar de más colores que los Shan. Que esta toalla de la
cabeza simboliza la cabeza de un dragón, de quien creen que descienden… así nos
fue amenizando hasta que llegamos a Kakku al cabo de hora y media desde
Taunggyi. Paramos a beber un poco de agua fresca en un restaurante que hay
frente a la entrada a Kakku, y luego ya nos dirigimos al que para mí era uno de
los puntos mágicos del viaje, que no me decepcionó en absoluto. El guía nos iba
explicando los distintos tipos de pagodas, los adornos, los personajes que
aparecían. Mientras, algunos locales nos pedían hacerse fotos con nosotros,
sobre todo con Adela, que debido al percance de las maletas no le había quedado
más remedio que comprar ropa local, que le sentaba como un guante e iba
guapísima.
Tras
un rato de explicaciones, y de la famosa imagen frente al estanque, nos dejó un
rato libre para deambular por nuestra cuenta. Disfrutamos muchísimo, a pesar de
que el calor del día iba arreciando y las plantas de los pies ya se resentían.
Íbamos dando saltitos…
A la
salida el guía nos plantea dos opciones. O comer allí mismo, en el restaurante
donde habíamos parado antes, o bien conducir hora y media hasta Taunggyi y
comer allí. Como con esta segunda opción se nos hacía un poco tarde, y además
nos habían tratado fenomenal en el restaurante, decidimos quedarnos a comer
allí. No fue caro y estaba todo riquísimo. Además las chicas eran muy
simpáticas.
De
vuelta en la oficina de turismo el guía nos dejó entrar para conectarnos a la
wifi, ya que la del hotel no iba y quería comprobar si tenía algún mensaje del
aeropuerto relativo a las maletas. Nada, no había nada. Así que cuando llegamos
a Nyaung Shwe sobre las cinco de la tarde, después de llamar al aeropuerto para
decir que las maletas no nos las mandasen a Heho (cuando quisiera que
apareciesen), sino a Mandalay, donde íbamos a estar tres noches, no nos quedó
más remedio que irnos de compras al mercado local. Teníamos que comprar de todo,
desde el aseo, ropa interior, camisetas, pantalones… Así gastamos la tarde, de
un lado a otro, intentando hacerme entender que quería factura para poder
reclamar luego a la compañía de seguros (en muchos sitios me decían que no).
Hay que tener en cuenta que la mayor parte de los establecimientos no son
tiendas como tal, sino puestos de un mercado. Puestos fijos y cerrados, pero no
son una tienda “normal”. Hasta que tuve la ocurrencia de acercarme a la agencia
donde habíamos contratado las excursiones. No estaban los dueños, pero el chico
al frente se portó de maravilla. Nos acompañó a las distintas tiendas, haciendo
de traductor, lo que nos libró de buenos malentendidos.
Ya
en el hotel prácticamente se nos había hecho la hora de cenar. Otra vez nos
habíamos quedado sin el masajito programado. Así que nos encaminamos a uno de
los lugares recomendados en tripadvisor, que era el Thanakha Garden. La verdad
es que genial. Me comí una hamburguesa que me supo a gloria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario