Antes
de subir a desayunar a la estupenda terraza que tiene el hotel, bajo a
preguntar que si ya han llegado las maletas. Me dicen que sobre las once o así,
y no puedo evitar montar en cólera. Ayer me dijiste que a las siete. Sí, a las
siete llegan a Mandalay, pero luego tienen que venir de la estación de
autobuses hasta aquí.
Nosotros
habíamos quedado en salir a las nueve, menos mal que no era por avión, así que
no nos quedó más remedio que esperar. Y por fin, después de tantos avatares, a
las diez y cuarto, aparecen nuestras maletas, con un pequeño roto en unas
fundas que les ponemos pero por lo demás intactas. Nos cambiamos de todo y
emprendemos ruta hacia nuestro primer destino, la pagoda Kaungmudaw en Sagaing.
Cuando entramos no parecía gran cosa, pero al salir al patio es cuando podemos
observar una enorme cúpula dorada que nos gusta bastante. Aprovechamos y
compramos unas tortitas de arroz, que resultan no saber a nada, y una chaqueta
a bastante buen precio.
De
aquí nos esperan unas dos horas de trayecto hasta Laykyun Setkyar, donde se
encuentra la estatua de buda más alta del mundo. Su interior es hueco y se
puede subir hasta arriba. Nosotros solamente subimos hasta el piso trece,
andando, hasta que nos dimos cuenta que las ventanas tenían bastante porquería
y que no se iba a poder ver nada. Pero el interior es bonito, merece la pena
subir por lo menos tres o cuatro pisos y disfrutar de las pinturas. En este
buda un montón de gente nos pide hacerse fotos con nosotros.
También
están haciendo el buda sentado, pero se haya en pleno proceso de construcción.
En los alrededores también hay un montón de estatuas de buda, que parece una
plantación, todas bien puestas en hileras.
La
siguiente y última parada, a un cuarto de hora en el coche, es la Thanboddhay Paya,
o Sambuddhe. Creí entenderle mal al chofer cuando nos dijo que había 500.000
estatuas de buda dentro. Sin duda se ha equivocado. Pues no señor, no me puse a
contarlas una a una, pero me creo que las hay. Pequeñitas, medianas y más
grandes. Una visita que nos sorprendió gratamente.
De
aquí solo nos quedaba llegar al alojamiento, cosa que hicimos sobre las cinco
de la tarde, al Win Unity Resort. Sin haber comido. La señora de la recepción
se portó estupendamente y nos hizo un upgrade a una habitación de lujo, así que
aquí estuvimos pasando la tarde como marqueses, disfrutando de sendos
masajitos. Y dándonos una buena cena, que nos lo habíamos ganado. Había que
celebrar el tener las maletas.
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