El
día no estaba demasiado cargado de actividades. Aun así decidimos madrugar un
poco para evitar las horas de más calor. Así que a las ocho y cuarto salíamos
por la puerta de nuestro estupendo Win Unity Resort camino a las cuevas de Pho
Win Taung, donde llegamos aproximadamente en una hora. Nos gustaron bastante
estas cuevas.
Nada más bajar del coche una chica nos ofrece hacer de guía, diciendo que si no, igual nos perdemos las más interesantes. Declinamos la oferta, pero Adela le da un carmín para los labios y la chica se queda tan contenta. Las cuevas en sí están bastante descuidadas, incluso con desperdicios en algunos sitios, pero el conjunto merece la pena. Nos gustaron especialmente las pinturas que vimos en varias de ellas. Otra señora le pidió carmín a Adela, y luego vinieron las amigas, hasta que acabaron las existencias. Así que al cuarto de hora, cuando vino otra señora desde otra punta directamente a pedir carmín, ya no nos quedaba ninguno.
Nada más bajar del coche una chica nos ofrece hacer de guía, diciendo que si no, igual nos perdemos las más interesantes. Declinamos la oferta, pero Adela le da un carmín para los labios y la chica se queda tan contenta. Las cuevas en sí están bastante descuidadas, incluso con desperdicios en algunos sitios, pero el conjunto merece la pena. Nos gustaron especialmente las pinturas que vimos en varias de ellas. Otra señora le pidió carmín a Adela, y luego vinieron las amigas, hasta que acabaron las existencias. Así que al cuarto de hora, cuando vino otra señora desde otra punta directamente a pedir carmín, ya no nos quedaba ninguno.
La
visita nos llevó una hora. Se me olvidaba comentar que está todo lleno de
monitos, a los que la gente da de comer, cacahuetes, plátanos y pepino, y los
monos danzando por allí tan contentos.
Cerca,
en el mismo pueblo, están también las cuevas de Shwe Ba Taung, no tan bonitas
como las anteriores pero más grandes. Aquí una pareja de chiquillos nos
acompañó en el recorrido sin pedir nada a cambio. Estuvimos poniendo pan de oro
en la uña de uno de los budas. A Adela sí que le dejaron. Luego el señor que
vendía el pan de oro se comió uno, decía que era bueno para el cuerpo, que le
ayudaba a estar fuerte…
Y ya
de aquí, derechos a Bagan. Adela, que cuando quiere se hace entender
perfectamente en el poco inglés que sabe, había dicho el día anterior al chofer
que quería que le llevara a un sitio para hacerse una camisa con alguna de las
telas compradas los días anteriores. Y con la chica de la tienda de al lado
haciendo de traductora, una hora tardó en decidirse cómo quería que se lo
hicieran. Realmente no teníamos otra cosa que hacer. Llegamos al hotel Zfreeti
a las dos y media de la tarde, y tras un corto paso por la habitación para
tomar posesión, nos fuimos a comer relativamente cerca, a un sitio llamado
Bibo, donde estaba todo riquísimo. Yo me tomé una hamburguesa teriyaki
estupenda, y el zumo de piña y lima de Adela estaba exquisito.
Después
me estuve bañando un rato en la piscina, tomando un helado de chocolate,
bañándome de nuevo en la piscina… luego reorganizar papeles y maletas, y
después de leer las noticias del día ya casi se había hecho la hora de salir a
dar un paseo por el pueblo. Preguntamos en recepción donde nos podían dar un
masaje y seguimos las indicaciones para reservar hora para el día siguiente.
Caminamos un poco viendo la variada oferta de restauración hasta que nos
decidimos por entrar al Weather Spoons, donde también estaba todo estupendo. Ya
sin más, al hotel a descansar.
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