Cuando
estuvimos en Mozambique hace un par de años y veíamos a niños pequeños
trabajando, vendiendo en la carretera, Adela se propuso ayudar de alguna
manera. Investigando por internet encontró a la Fundación Khanimambo y sin
pensarlo mucho decidimos apadrinar a un chavalillo. Y un poco con la excusa del
viaje nos pasamos a ver cómo trabajaban. Es una escuela que acogen a niños con
dificultades económicas y se centra en tres aspectos: educativo, nutricional y
sanitario. Nos estuvieron enseñando las instalaciones, nuevas, que alojan a 450
chiquillos, a los que tuvimos la suerte de conocer el día que les daban las
vacaciones. La verdad es que lo tienen todo bien montado, se nota que hay un
trabajo serio detrás. Estuvimos más de tres horas con los chicos,
supercariñosos, que se nos pasaron volando, disfrutando con ellos, jugando y
hasta bailando.
Con
mucha pena nos despedimos de ellos, pero teníamos que seguir camino si
queríamos llegar pronto al parque Hlane, en Swazilandia.
Después
de acercar a uno de los profesores a Maputo seguimos camino hasta cruzar la
frontera por Namaacha. En este trayecto no nos hicieron parar ninguna vez. Los
trámites de frontera llevan su tiempo, pero no tuvimos ningún problema. Al
igual que en la frontera de entrada se me acercó un “amigo”, pero le mandé a paseo
rápidamente.
Finalmente,
a las cinco de la tarde, entrábamos por la puerta del parque Hlane, disfrutando
de una hermosa puesta de sol.
En total, seis horas de trayecto. Hicimos el check in, llevamos las maletas a los alojamientos (nos tocó la más alejada) y nos fuimos a cenar, demasiado pronto, a las siete y media, y ya no quedaba de varias cosas. Allí nos encontramos con una pareja de Madrid con la que habíamos coincidido en el vuelo problemático, que también se quedaron sin maletas, y que a ellos les tardaron un día más en llegar. Menos mal que a nosotros nos llegaron sólo un día tarde!
En total, seis horas de trayecto. Hicimos el check in, llevamos las maletas a los alojamientos (nos tocó la más alejada) y nos fuimos a cenar, demasiado pronto, a las siete y media, y ya no quedaba de varias cosas. Allí nos encontramos con una pareja de Madrid con la que habíamos coincidido en el vuelo problemático, que también se quedaron sin maletas, y que a ellos les tardaron un día más en llegar. Menos mal que a nosotros nos llegaron sólo un día tarde!
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