Este día queríamos intentar salir
fuera a bucear, una coreana con la que había coincidido en las inmersiones, y
yo. Por ello a la primera de la mañana no salimos, ya que si no, no nos daba
tiempo. Entonces nos juntamos después de desayunar, a las ocho, para hablar del
plan del día. Los guías nos cuentan que como el día anterior el mar había
estado revuelto, si salimos fuera no vamos a poder ver gran cosa, y que no
merece la pena que paguemos fuera del buceo ilimitado para no ver nada. Hemos
perdido la primera del día, pero bueno. Hacemos la segunda, que vuelve a ser en
Drop Off. Cuando llevo cinco minutos en el agua un escalofrío recorre mi
cuerpo… Al intentar hacer una foto veo una línea de agua en medio del objetivo.
Efectivamente, se vuelve a repetir la historia. Hace cuatro años, buceando en
el Liberty, se me inundó la cámara. Por eso había querido yo venir aquí, para
sacarme la espina. Pero solamente se clavaba más hondo. Cancelo la inmersión y
tras hacer la parada de seguridad salgo del agua, pensando que posiblemente la
cosa no tuviera solución. Había hecho una inmersión de quince minutos. Adela,
cuando me ve llegar tan pronto, se preocupa por si me ha pasado algo.
Afortunadamente no, pero el disgusto que tengo encima no es pequeño. Nos
acercamos al restaurante a pedir arroz para meter la cámara, y Adela se acerca
al súper a comprar un tupper donde meterlo. Ahí quedará esperando que reviva
(cosa que no sucederá). Ya no vuelvo a bucear. El sitio es específico para
fotografiar peces raros y pequeños, pero el paisaje no es bonito. No tiene
sentido que vaya sin cámara. El resto del día lo paso en el hotel, sin ganas de
salir. Solo el masaje de última hora mitiga el disgusto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario