Habíamos reservado con el propio
hotel, por internet, la excursión a Borobudur y Prambnan. Fue un acierto. Nos
pasaron a recoger a las cinco menos cuarto de la mañana, en una furgoneta. El
hotel nos había dado el desayuno en una cajita. Pasamos a por más turistas por
sus hoteles, y a las seis en punto, cuando abren el recinto, estábamos entrando
los primeros (junto con otros 50, varios de los cuales habíamos visto en los
orangutanes, al final hacemos todos más o menos el mismo recorrido). Hay otra
visita anterior, a las cinco, para ver amanecer desde el propio templo, pero es
bastante más cara, y no creo que aporte mucho más.
Aquí sí que esperaba yo encontrar
a más gente que el primer día de rebajas en el Corte Inglés, y no fue para
tanto, supongo que por ser tan temprano. Subimos arriba del todo, pero como
había gente, después de tirar cuatro fotos, empezamos a bajar rápido, para
cuando todo el mundo empieza a bajar, volver a subir, y ahí ya sí que estuvimos
prácticamente solos. Una maravilla.
Nos dejaron un par de horas para verlo. Yo pensaba que sería poco, pero fue suficiente. A las ocho recogíamos el desayuno de la furgoneta, y nos cambiábamos al autocar que nos iba a llevar a Prambanan. Llegamos tras más de una hora. La vista desde lejos, según se entra, impresiona. Luego de cerca llama un poco menos la atención. También había bastante menos gente de la que esperaba. Así que estuvimos muy a gusto y disfrutamos un montón. Eso sí, como aquello es una explanada, pegaba el sol que no veas. A la salida pasamos por la hilera de tiendas y compramos los típicos imanes para el frigo, recuerdo de cada viaje.
La vuelta hasta Yoya nos llevó
también más de una hora, a pesar de estar tan cerca, y es que, por muchas veces
que se haya dicho, el tráfico es caótico. Llegamos sobre las dos a nuestro hotel
y lo primero fue acercarnos a la agencia Losari Tours, también en Prawirotaman,
a reservar la excursión del día siguiente a Surakarta. Lo habíamos comentado
por correo electrónico, pero no habíamos hecho la reserva en firme. Y después,
muy cerquita, nos acercamos a comer al Via Via, que tan buenas críticas tiene.
Bueno, no estuvo mal, pero tampoco era para tirar cohetes.
Tras un ratito de siesta para
reponer fuerzas nos acercamos en un Grab a la calle Malioboro, el principal
sitio de compras de Jogyakarta, donde estuvimos más de dos horas pateando,
regateando y comprando. Acabamos cenando allí también. Cuando cerraron los
puestos volvimos en otro grab al hotel. Yo no había probado ese servicio, y me
pareció muy útil.
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