Este día el objetivo era claro.
Por lo menos para mí. Ver Tatev, uno de los sitios a los que más ganas tenía de
todo el viaje. Su ubicación en las montañas y su llegada a través del
teleférico le daban un aire especial.
Y esto es lo que nos encontramos
cuando llegamos.
Al mal tiempo buena cara, así que
pretendiendo ser optimistas nos montamos en el teleférico, acompañados por un
grupo de unos 15 franceses, ya mayorcitos, que pensaban hacer la vuelta
andando. Este monasterio es el más completo de todos los que vimos, y sigue en
uso actualmente. Visitamos la iglesia, el refectorio, las habitaciones antiguas
(las que usan ahora, obviamente no), la cocina, la panadería… Mientras se iba
despejando y cubriendo por momentos.
Una vez concluida la visita
cogimos el teleférico de vuelta, momento en el que se puso a escañar agua con
todas las ganas. Nos acordamos de los pobres franceses que volvían andando… Y
así ya seguimos prácticamente hasta Yerevan. Teníamos programada la visita a
Karahunj, el Stonehenge armenio, pero cuando llegamos estaba diluviando, y el
coche nos dejaba como a medio kilómetro del sitio, teníamos que subir una
cuesta embarrada, así que desistimos. Le dijimos Mary que sintiéndolo mucho en
esas condiciones no nos bajábamos del coche y que podía continuar marcha. Se
quedó un poco así, pero es que el tema estaba realmente chungo.
Después de hecha esta excursión mi madre piensa que es prescindible, que a ella no le compensó el viaje largo en coche para ver el monasterio. Yo creo que sí merece la pena.
Una vez en Yerevan, increíblemente,
el cielo estaba despejado. Tras descansar un rato en el hotel, había que
aprovechar la circunstancia, así que nos encaminaos de nuevo al complejo de la
cascada, que la otra vez que estuvimos estaba lloviendo. Y esta vez sí.
Por fin el Monte Ararat |
No hay comentarios:
Publicar un comentario