Como el día anterior la llegada del
aeropuerto fue tarde y entre pitos y flautas nos habíamos acostado a las tres
de la mañana, decidimos levantarnos tarde y tomarnos el día con calma, así que
tras un buen desayuno en el hotel, salimos a patear la ciudad.
Nuestro hotel es el República, del que había
leído buenas críticas en Tripadvisor, y la verdad es que no está mal, aunque la
habitación la esperábamos algo más grande. Está muy bien situado, a tres
minutos de la plaza de la República.
La primera misión del día es cambiar dinero, y
eso lo hacemos en un supermercado que hay en la esquina de nuestra calle (el
cambio a 535). Después de esto ya estamos listos para lanzarnos a las calles de
Erevan. El primer destino, por supuesto, es la plaza de la República.
Yo tenía intención de entrar en el Museo de
Historia, pero decidimos seguir. Nos acercamos entonces a la catedral de San
Gregorio el Iluminador. La catedral en sí no vale mucho, no tiene apenas
decoración en su interior, pero estaban celebrando algún rito, parecido a
nuestra misa, y además estaban tocando el órgano, y un coro cantando, y nos
quedamos ahí tan a gusto un buen rato.
Al salir había empezado a llover ligeramente,
y nos dirigimos al Vernissage, el mercadillo más importante. La lluvia ligera
había ido aumentando de intensidad, y para cuando quisimos llegar al mercadillo
ya estaba con todas las ganas. Tanto es así que nos tuvimos que refugiar allí,
esperando que escampara, de lo fuerte que caía. Imposible caminar con esa
tormenta. Aprovechamos para recorrer los puestecillos, algunos de artesanías,
otros de souvenirs, otros de música, cámaras de fotos antiguas… Cuando ya nos
atrevimos a ponernos en marcha, aunque todavía llovía algo, tomamos dirección
plaza de la República, de nuevo. Para ello atravesamos un parque con varias
cruces de piedra restauradas, que a mí me gustaron. Pero como seguía lloviendo
no me atreví a sacar mucho la cámara.
En esto ya se nos habían hecho las dos de la
tarde, y aunque habíamos desayunado tarde, como desconocíamos los horarios de
comida del país, pusimos rumbo a la ópera, y en el primer sitio que nos
convenció, allí nos quedamos. Nos metimos en uno de los tantos sótanos que
existen en Erevan, la mayor parte de ellos dedicados a los negocios.
Cuando
repusimos fuerzas salimos hacia la ópera, pero antes pasamos por la Iglesia de San
Katoghike. Es una iglesia pequeñísima, y han levantado otra detrás, totalmente
nueva, que no sé si tendrá algo que ver con ella. En estos momentos el cielo
estaba bastante despejado.
Finalmente llegamos a la ópera, y en la plaza
que hay en su parte posterior estaban vendiendo y arreglando bicis de segunda
mano. El edificio en sí es un poco mamotreto. Delante de él hay una estatua del
famoso compositor Katchaturian, armenio.
Y ya que estábamos por la zona, nos acercamos
a ver el complejo de la Cascada, que francamente, nos sorprendió muy en
positivo. Y es que lo que habíamos visto hasta el momento no nos había gustado
demasiado. Lo primero que se ve es el parque de Alexander Tamanyan, el
arquitecto del pueblo de época soviética, y responsable, entre otros, del
edificio de la ópera. Pero en este parque hay bastante más esculturas, de las
que obviamente, me gustaron unas más que otras. Incluso hay tres de Botero. La
más original, una que muestra el salto del impala.
En esto el cielo se había empezado a poner
otra vez de color hormiga, y justo cuando entramos al edificio, en su parte
izquierda, comenzaban a caer las primeras gotas. El complejo se puede subir por
las escaleras de su parte exterior, o bien por las escaleras mecánicas de la
parte interior. No hace falta decir cuál tomamos. Además en los distintos
tramos de escalera mecánica hay salidas al exterior, así que subíamos un tramo,
salíamos, tomábamos la foto, y de nuevo hacia dentro. De nuevo hacia dentro,
corre que te corre, porque ahora sí que estaba cayendo con todas las ganas.
Tuvimos suerte de que nos pillara bajo techo. Aprovechando el momento yo me
quedé dormido, sentado en las escaleras. Pero solo fueron cinco minutos, eh!
Una vez que escampó de nuevo, nos pusimos de
nuevo en marcha, en busca de la iglesia de San Zoravor, pero no fui capaz de
encontrarla, así que seguimos camino, de vuelta al hotel, filosofando sobre lo
bonita o fea que es la ciudad.
En general se notan los edificios de época
soviética, y también se nota que están haciendo en el centro un montón de
edificios nuevos. Pero no es una ciudad bonita. Nos ha llamado la atención la
cantidad de patios, o partes traseras, o pasadizos que hay, como si detrás de
una fachada bonita la realidad fuese distinta, con casas con tejados de uralita
en condiciones un poco reguleras.
También nos ha llamado la atención la nariz
de las mujeres armenias (en general). El año pasado en Irán nos comentaron (y
vimos) que las mujeres se operaban mucho la nariz. Aquí parece que esa moda no
ha llegado todavía. Y no es que yo sea un férreo defensor de la rinoplastia,
precisamente, pero eso que nos ha llamado la atención.
Como mi madre ya empezaba a estar cansada,
nos dirigimos al hotel a reposar un rato, tras lo cual salimos de nuevo es
búsqueda de la cena. Al pasar por la plaza de la República estaban “echando” un
espectáculo de luz y sonido en las fuentes de la plaza, y la verdad es que nos
ha gustado mucho. Casi casi incluso hemos disfrutado con el chunda chunda
infumable de Luís Cobos, que ha sido una de las canciones que han puesto. Y
nada, tras una hamburguesa en una franquicia local (Queen Burger), de vuelta al
hotel a reposar el día.
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