07 mayo 2015

01-05-15 Iglesias y más iglesias (y alguna que otra basílica).



Después de la paliza del día anterior, decidimos bajar un poco el ritmo, y en vez de salir a las 8 del hotel, salimos a las 8 y media. Como aún no lo he comentado aprovecho para decir que nuestro alojamiento era el Kenzo & Kiara Guest House, muy bien ubicado, a cinco minutos andando de la Fontana, al lado de la plaza Barberini, donde está la fuente del Tritón. 

Este día habíamos decidido dedicarlo a visitar iglesias, ya que al ser festivo, el resto de monumentos estarían cerrados. Nuestro primer destino fue la Iglesia de Santa María de la Victoria, donde  se encuentra "El Éxtasis de Santa Teresa", en proceso de restauración, dato que conocíamos y que poco disminuyó lo mucho que nos gustó esta escultura de Bernini. Se podía ver bastante bien pese a los andamios. Además este segundo día yo ya llevaba grabado en el móvil la audioguía de Roma (que el primer día se me había olvidado meter) y gracias a ella fuimos siguiendo todas las explicaciones y disfrutando más las visitas. Porque así, por lo menos, sabes lo que estás viendo y lo contextualizas en un momento concreto. 



Desde aquí nos dirigimos, siguiendo la calle, hasta la Basílica de Santa María de los Ángeles y los Mártires, ubicada en el caldarium de las antiguas termas de Diocleciano. De esta Basílica nos llamó la atención la organización del espacio y la altura de la nave. También nos sirvió para darnos cuenta de la monstruosidad de construcción que debieron ser en su época las termas.


Luego la idea era visitar la Basílica de Santa María Maggiore, pero como Santa Prassede está justo al lado y cierra al mediodía, pasamos primero por ella, no fuera a ser que a la salida de Santa María Maggiore estuviera cerrada. De Santa Prassede destaca una capillita lateral (en la que hay que echar duros para la iluminación, como en muchos sitios de Roma) decorada con mosaico bizantino.



Y de aquí ya sí que pasamos por Santa María Maggiore. Solamente vimos el interior de la basílica. Se pueden visitar, pagando, otras zonas, pero no lo hicimos por falta de tiempo. 




Continuando calle adelante nos acercamos a San Juan de Letrán. Antes paramos a medio camino a tomar el tentempié de media mañana. Fue nuestro primer gelatto y capuccino, respectivamente. Personalmente, San Juan de Letrán fue de las iglesias que más me gustó, por las esculturas con las que está decorada, el pequeño cimborrio y el mosaico del ábside de la cabecera. Aprovechamos y también entramos a ver el claustro (entrada 5€) que sí nos gustó, sobre todo por el ambiente de tranquilidad que se respiraba.








A la salida observamos que la calle estaba cortada y que había bastantes coches de policía... Y es que como era el 1º de mayo, en la parte de delante de la basílica habían montado un escenario para actuaciones, para celebrar la fiesta, y estaba lleno de gente con banderas revolucinario-sindicalistas. Había mucho ambiente, la verdad.


Así que nos dirigimos al siguiente punto, que era la Basílica de San Clemente. Esta iglesia en sí no es demasiado llamativa, y además no dejan hacer fotos (bueno, por lo menos hay carteles, que la gente se pasa por el forro). Se salva el bonito mosaico que hay en el ábside. Pero por lo que merece la pena es porque se pueden visitar tres estratos históricos distintos (previo pago de 10€): la iglesia actual, otra inferior paleocristiana, y un tercer nivel con un santuario dedicado a Mitra. Una visita realmente interesante.

A la salida de la basílica comí en un pizza-kebab justo en la puerta. Bueno, ahí lo compré, y lo comimos en el parque que hay justo al lado, junto al Coliseo. 


Tras un breve descanso, seguimos la ruta hacia la Basílica de San Pietro in Vincoli, donde se encuentra el famoso Moisés de Miguel Ángel. Cuando llegamos, aunque la iglesia estaba medio vacía, al lado del Moisés había varios grupos con guía. Parecía que había mucha gente, pero como estos grupos aparecen y desaparecen con gran rapidez (al igual que en el Vaticano), en no mucho tiempo despejaron las vistas y pudimos apreciar esta obra maestra en todo su esplendor. 



En general, la dinámica de las visitas a las iglesias era: llegamos, nos sentamos, ponemos los cascos con la audioguía, escuchamos la explicación, y luego ya vemos lo que haya que ver en cada sitio. De esta manera también aprovechábamos para descansar.
Desde aquí, y siguiendo la Vía de los Foros Imperiales, continuamos hasta la plaza de Venezia, para acabar, casi al lado, en la Iglesia del Gesú, la primera iglesia jesuita del mundo. 






A estas alturas yo ya empezaba a estar un poco saturado de ver iglesias, y todavía nos quedaban varias. Además ya se empezaban a mezclar… ¿dónde habíamos visto este mosaico? ¿y la que tenía las estatuas así y asao cuál era?
Pero inasequibles al desaliento, seguimos hacia la Basílica de Santa María sopra Minerva, la única iglesia gótica de Roma. Justo en su plaza está la famosa estatua de “El elefantino”. La iglesia en sí, aun gustándome, me decepcionó un poco, ya que una compañera de trabajo me había hablado poco menos que maravillas, y es lo que pasa cuando esperas algo excepcional y te encuentras con algo muy bueno, que esperabas más. Lo que menos me gustó, el techo pintado de azul con estrellitas. 


Nuestra siguiente parada fue la Iglesia de San Luís de los Franceses. Está justo al lado de la plaza Navonna. Cuando fuimos, estaba llena de franceses. De esta iglesia hay que destacar que alberga tres cuadros de Caravaggio que hay en la última capilla a mano izquierda. El resto está bien, pero como digo, a estas alturas ya estábamos un poco saturados. 




Desde aquí nos acercamos a la plaza Navonna, a disfrutar de su ambiente, y por supuesto, a entrar en la iglesia de Santa Agnes, la que está frente a la fuente de Bernini. Entramos más por costumbre que porque sea reseñable por algún motivo concreto. 





A estas horas, las siete de la tarde, bastante cansados, enfilamos hacia el hotel a descansar un ratillo antes de ir a cenar. No obstante, como nos pillaba de camino, pasamos por la plaza del Panteón, donde había, si cabe, más ambiente que en la plaza Navonna. O quizá, al ser más pequeña, el ambiente que había, se notaba más. Y luego, nuestra última (por fin!!) iglesia del día: la de San Ignacio de Loyola, donde casi ni entramos, porque eran las siete y diez y cerraban a las siete… estaban echando a la gente y fue lo justo para hacernos una idea de la iglesia.

Ya solo nos quedaba pasar por la Fontana de Trevi, en restauración, antes de llegar al hotel. Menos horas fuera del hotel que el día anterior, menos horas de pie, pero el cansancio se va acumulando. Tras una hora para una ducha y reposar el día, salimos a cenar a uno de los muchos restaurantes que hay cercanos a la Fontana.

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