El primer destino del día eran los foros romanos, donde llegamos callejeando desde el hotel.
Había cuatro personas delante de nosotros en la cola, y rápidamente
entramos. Yo iba con la idea de comprar un libro sobre el que había leído en Los
Viajeros, para poder entender mejor la visita, uno con reconstrucciones sobre
las ruinas actuales de cómo debieron ser los edificios en su época, pero no lo
vi. Así que únicamente con la ayuda de la audioguía (y con los apuntes de
arqueología romana que me había repasado antes de ir) nos pudimos hacer una
idea de la importancia histórica del lugar. Fuimos recorriendo la
Via Sacra, deteniéndonos en los principales
restos.
Una vez terminado con el Foro,
allí mismo, subimos a ver la colina del Palatino, el lugar donde la tradición
situaba el hogar de Rómulo, el mítico fundador de la ciudad. La cola de entrada
en este punto era bastante grande, pero nosotros ya estábamos dentro y no
tuvimos que hacerla. Vimos los jardines de Farnese y la casa de Augusto, junto
con restos bastante más antiguos.
Habíamos reservado por Internet la visita guiada por el tercer nivel y
los sótanos del Coliseo a la una, así que tras más de tres horas viendo los
foros y el Palatino, nos fuimos acercando. Había una cola relativamente grande,
pero como íbamos bien de tiempo y además llevábamos compradas las entradas en
el foro, aprovechamos para tomar un café y un helado en la cafetería de la
estación de metro, que está allí mismo.
Y cuando vamos a entrar, ¡sorpresa! nos dicen que nuestra cola es la
larga. Yo, incrédulo, pregunto a varias personas, intentando entender por qué
la cola larga es para los que tenemos entrada, mientras que la corta, que iba
más rápido era para los que no se la habían sacado. Al final uno de los que se ofrece
de guía me cuenta que nuestra cola es larga por fuera pero corta por dentro,
mientras que la otra es corta por fuera pero bastante más larga y lenta por
dentro. Desvelado ya el misterio, cruzando los dedos por llegar a tiempo,
estuvimos cerca de veinte minutos en la cola, y finalmente llegamos justo
cuando empezaba nuestro tour. De hecho acababa de empezar y nos tuvieron que
acercar a la zona, puesto que se visitan áreas cerradas al público normal.
Nuestro guía estuvo formidable, dando muy buenas explicaciones. Hizo que la
visita mereciera totalmente la pena.
Salimos a las tres del
Coliseo. Como nuestro siguiente destino era la iglesia de Santa María de
Cosmedin, donde se encuentra la
Boca de la
Verdad, y pensando que a estas horas habría menos gente que
si íbamos después de comer, nos fuimos derechos hacia allá. La verdad es que la
cola no era muy larga, pero sí que estaba dando toda la solana, y se hizo un
poco pesada pese a estar algo menos de media hora. Después de hacernos la foto
de rigor visitamos la iglesia, que no está mal.
Subimos de nuevo hacia el
monumento a Víctor Manuel II, pasando por la plaza del Campidoglio, donde
estaban celebrando una boda.
Nos queríamos acercar al
Panteón, que el día anterior estaba cerrado, pero a estas horas, y sin comer,
yo desfallecía. Casualmente además, nos encontramos con los cuñados de mi
hermano, justo frente a la iglesia del Gesú (que no es grande Roma como para
encontrarte con gente), así que aprovechando la parada, allí mismo, cerca de las
seis de la tarde, por fin comimos.
Una vez satisfechos nuestros
instintos más primarios, continuamos ruta hacia el Panteón. Al llegar una
muchedumbre se agolpaba en la puerta, sin moverse. Impacientándome me
preguntaba el motivo. Y es que en el interior estaban con algún tipo de
celebración, y como ahora es una iglesia no se permitía el paso al turista. Al
rato ya nos dejaron pasar, pero éramos tantos y entramos tan de golpe que con
el barullo me puse un poco nervioso y nos fuimos de allí sin dedicarle mucho
tiempo.
A continuación nos acercamos un rato a descansar al hotel, porque
teníamos pensado volver a esta zona a ver el ambiente nocturno, que el día
anterior solamente habíamos estado por la tarde. Por el camino fuimos parando
en distintas tiendas en busca del codiciado souvenir, y aprovechamos para ver la Fontana de cerca.
Tras el reposo del guerrero
nos pusimos de nuevo en marcha, camino de la Plaza España, a ver el
ambiente. Teníamos pensado cenar por allí, pero el ambiente de los restaurantes
nos pareció demasiado chic para nuestro gusto, así que nos dirigimos de nuevo a
la piazza Navonna, el panteón, el templo de Adriano, y todas esas callejuelas
peatonales que son más de nuestro estilo. Allí cenamos en una mesita en la
calle, porque la temperatura era muy agradable, y podíamos observar a la gente
pasear. Estuvimos muy bien, aprovechando porque ya no nos quedaban muchas horas
de estar en Roma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario