Nuestro vuelo salía a las 10 de
la mañana, así que a las 7 estábamos saliendo del hotel. Tras unos intentos
infructuosos con el Grab, no nos quedó más remedio que coger un taxi que pasaba
por allí y que nos cobró lo que quiso, porque se nos hacía tarde.
Tanto el vuelo (de una hora)
como la entrada en Camboya las hicimos con total tranquilidad.. Nos habíamos
sacado la e-visa por internet y no tuvimos que esperar colas. A la salida del
aeropuerto nos estaba esperando el tuk tuk que nos había enviado el hotel. El
conductor puso las maletas como pudo, y nos pusimos en marcha. Pero al poco
tiempo tuvo que parar a poner los plásticos de los laterales del tuk tuk porque
empezó a caer el diluvio universal. Afortunadamente fue breve.
Ya en el hotel preguntamos por las
excursiones típicas. Nos sacaron un panfleto con los precios y nos dijeron que
el conductor sería el mismo que nos había recogido en el aeropuerto. Quedamos
con él en hacer esa misma tarde la excursión a Beng Mealea. Tuvimos que
prepararnos rápido, ya que se encuentra algo alejado, y no nos quedaba mucho
tiempo antes de que cerraran. Además antes nos tocó parar a comprar las
entradas para los tres días.
Estuvimos casi hora y media,
guiados por un policía local que nos empezó a decir, por aquí no, seguid por
aquí… a cambio de la consiguiente propina. Para ser el primer templo, nos gustó
bastante, fue un buen aperitivo de lo que quedaba por ver.
De vuelta al hotel, y tras una ducha reparadora, nos dirigimos a lo que propiamente es Siem Reap, para empezar a olisquear lo que pudiera haber en las tiendas. La zona turística realmente son cuatro calles, y cansados como estábamos, todavía del jet lag y del viaje, no tardamos en cenar y en volver al hotel a dormir, que al día siguiente tocaba madrugar.
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