Días atrás, cerca del hotel,
había visto una tienda de alquiler de motos, así que tras el rico desayuno de
rigor nos dirigimos hacia allí para poder ir luego a las cascadas de Kuang Si,
situadas a 25 km de Luang Prabang.
No sé si es que era fiesta por lo de los
barcos, o es que no madrugaban tanto (aunque no era muy temprano) el caso es
que estaba cerrado. Así que nos tocó recorrer una vez más la calle principal
hasta que encontramos un sitio que estaba abierto y que alquilaban motos.
Bueno, no sé si alquilaban motos o alquilaba la moto que tenía la dueña, al
cuestión es que salimos de allí con vehículo. Habíamos pensado acercarnos
primero a ver las carreras de botes, pero como la moto estaba en la reserva lo
primero que tuvimos que hacer fue echar gasolina, y como la gasolinera estaba
de camino a las cascadas, ya seguimos hasta allí. El paisaje era precioso,
alternando selva cerrada con campos de arroz de un verde intenso. Lo malo es
que el sillín no era muy mullido y al final se te que queda el culo plano.
Como a mitad de camino nos empezó a llover bien, menos mal que enseguida dimos con un pueblo en el que nos resguardamos. Aparqué bajo un árbol y a esperar. En este que detrás de nosotros una señora nos empieza a hacer señas para que fuésemos. Mira qué maja, nos llama para que nos cobijemos en el cobertizo. Bueno, para eso y para enseñarnos que estaba haciendo tejidos con algodón, cogía las bolas, las prensaba, las hilaba en la rueca y vendía el producto. Vamos, que básicamente lo que quería era que compráramos algo. Pero fue tan simpática y sobre todo, llovía tanto que al final picamos algo.
Como a mitad de camino nos empezó a llover bien, menos mal que enseguida dimos con un pueblo en el que nos resguardamos. Aparqué bajo un árbol y a esperar. En este que detrás de nosotros una señora nos empieza a hacer señas para que fuésemos. Mira qué maja, nos llama para que nos cobijemos en el cobertizo. Bueno, para eso y para enseñarnos que estaba haciendo tejidos con algodón, cogía las bolas, las prensaba, las hilaba en la rueca y vendía el producto. Vamos, que básicamente lo que quería era que compráramos algo. Pero fue tan simpática y sobre todo, llovía tanto que al final picamos algo.
Cuando dejó de llover continuamos
hasta las cascadas. Lo tienen bien organizado. Tras dejar la moto en el parking
y pagar la entrada nos llevamos una grata sorpresa. Yo lo había leído, pero lo
tenía olvidado, que tienen un centro de recuperación de osos, quitados a los
furtivos. Esa es la excusa, para mí es un zoo. Pero bueno, ahí estuvimos un
rato viendo a los animales, que básicamente se limitaban a estar tumbados y no
hacer nada. Ni una monería. Bueno, es que no eran monos, eran osos. Pero ni una
osería ni nada.
Así que enseguida empezamos a
subir a las cascadas, que es una subida muy suave, sin grandes esfuerzos, pero
que estaba bastante bastante llena de gente. Y es que no se nos había logrado
ir a primera hora. Me llamó la atención que no había prácticamente nadie
bañándose. Un par de chinos y ya. Y el resto tampoco hacía mucho caso del
paisaje. Nos dio la impresión de que van a hacer picnic y poco más. Nosotros
subimos hasta el puente donde está la cascada haciendo todas las fotos que
quería y luego ya de bajada me metí en la primera piscina, la más grande.
Estaba totalmente solo.
De salida volvimos a pasar por
los osos, que estaban un poquillo más animados, y había bastante más gente.
La vuelta a Luang Prabang se hizo
sin ningún contratiempo, el culo plano pero poco más.
Ya nos dirigimos hasta donde las carreras de barcos. Según íbamos llegando se veía que la zona estaba abarrotada. Dejamos la moto en un parking y caminamos un ratillo, viendo el ambiente. Ambas riberas del río estaban llenas de gente, carpas, puestos de comida, música a todo volumen... Se notaba que era un día de fiesta general. Tuvimos suerte con el sitio en el que nos quedamos, se veía más o menos bien, y estuvimos un rato viendo la competición. La verdad es que una vez vistas un par de carreras se hacía un poco aburrido, con lo cual aguantamos una media hora y marchamos a comer.
Ya nos dirigimos hasta donde las carreras de barcos. Según íbamos llegando se veía que la zona estaba abarrotada. Dejamos la moto en un parking y caminamos un ratillo, viendo el ambiente. Ambas riberas del río estaban llenas de gente, carpas, puestos de comida, música a todo volumen... Se notaba que era un día de fiesta general. Tuvimos suerte con el sitio en el que nos quedamos, se veía más o menos bien, y estuvimos un rato viendo la competición. La verdad es que una vez vistas un par de carreras se hacía un poco aburrido, con lo cual aguantamos una media hora y marchamos a comer.
Como teníamos la moto alquilada
todo el día había pensado en aprovechar y cruzar al otro lado del río, y
acercarnos a la aldea de los artesanos de Xang Khong. Dicen que tienen lo mismo
que en el mercado nocturno, pero más barato. Está a unos tres kilómetros, pero
el camino al principio no era muy bueno. Además, como pasa justo al lado del río,
estaba lleno de coches de los competidores y los espectadores y casi ni se podía
pasar. Hago un inciso y aprovecho ahora para comentar que me ha asombrado los
coches que hay en Laos. En general son bastante modernos, y hay un porcentaje
muy elevado de pick-up. En concreto el concesionario de Toyota Hilux se tiene
que haber forrado. Retomando, que estaba todo el camino lleno de todos estos
cochazos entrando y saliendo y casi no se podía ni pasar, además que era un
camino malo, lleno de piedras y de baches. Pero esto solamente fue los primeros
500 metros. Luego la carretera mejoró. Pero no sé si porque era fiesta y estaba
todo cerrado o porque no supimos encontrar bien el sitio, la verdad es que de
aldea artesana, nada de nada. Con las mismas nos volvimos a recoger los trajes
que habíamos encargado dos días atrás.
Después de esto Adela se acercó
al mercado nocturno y yo me quedé en la habitación, mejor para los dos, que así
ella podía estar a su aire todo el tiempo que quisiera, y yo no sufría el
estrés de las compras. Luego ya quedamos para cenar, atravesando de nuevo el
mercado nocturno, que cierran relativamente pronto, como a las nueve empiezan a
recoger, y en el que yo, ya con las indicaciones expertas, compré alguna
cosilla.
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