Puntual
a las 6:30 nos esperaba nuestro chofer, el más borde de todos los que hemos
tenido, pero el que mejor conducía. Tras parar en otro par de sitios a recoger
gente finalmente salíamos a las 7. Cogimos el transporte más temprano que
había, para poder llegar a Luang Prabang con tiempo. Antes se debía tardar en
hacer el recorrido unas 7 horas, pero han debido hacer una nueva carretera que
ha reducido el tiempo a 4 horas. Como se pasó gran parte del viaje lloviendo
tardamos un poquito más. Llegamos sobre las 11:30, nos dejó tirados en medio de
una calle sin decir nada y se marchó. Resultó que estábamos bastante cerca del
hotel, a unos diez minutos andando. Tuvimos que esperar un ratito a que nos
dieran la habitación, porque habíamos llegado demasiado pronto. Nuestro
alojamiento para esta noche iba a ser el Goleen Lotus, perfectamente ubicado y
el dueño más amable no pudo ser. Nos sacaron una bebida de bienvenida y cuando
le preguntamos por una costurera para que Adela se hiciera un traje al
principio no nos entendió, pero luego nos mandó a un centro de artesanías, como
a tres kilómetros andando, donde hacían vestidos. Después de llegar medio
muertos por el calor, sin una sombra donde meterse, en el sitio este sí hacían
vestidos. Bueno, más bien vendían vestidos, al módico precio alguno de 500$.
Así que otra vez con la solana de vuelta al hotel. Le explicamos otra vez lo
que queríamos y esta vez sí que nos entendió, incluso se ofreció a llevarnos
con su moto. Pero claro, solo podía ir uno con él, y como Adela no habla
inglés, pues fui yo el elegido. Al primer sitio que fuimos no tuvimos éxito, ni
tampoco en el segundo, pero en el tercero ya sí estaba la señora, y allí
dejamos las telas para el traje.
Tras
este recado ya nos fuimos a comer, a las tres y media, tarde como casi todos
los días. La comida del sudeste asiático todavía no me ha entrado por los ojos
(ni por ningún otro sitio) así que me pedí unos espaguetti carbonara que
estaban bien buenos, junto con la bebida descubrimiento del viaje, una sidra
Somersby, de la que me he hecho gran fan. Luego un ratito de siesta, ya que
pese a haber dormido apenas cinco minutitos en la furgoneta el madrugón pesaba.
Después
de la siesta tuvimos que volver a la costurera, esta vez ya Adela y yo andando,
a llevar otra pieza de tela que faltaba. Aquí sí que habíamos visto un sitio de
masajes que nos mereció confianza, así que nos pedimos un sport masaje cada
uno, una hora por 10 €, en el que disfrutamos un montón. Nos embardunaron bien
con aceite de trementina, que daba calorcito con las friegas. Tras el masaje
fuimos al hotel a confirmar que teníamos el transporte para el día siguiente,
ya que no le habíamos pagado ni nada, pero después de estar una hora esperando
al dueño (la verdad es que estaba escañando agua a tope y no hubiéramos podido
ver el mercado nocturno famoso) y ver que no aparecía solo nos quedaba cenar y
domir, la vida del cerdo. A la vuelta de la cena ya sí que estaba y nos dijo
que todo ok, que el precio se lo pagábamos al día siguiente al conductor.
(De este día no hay fotos)
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