Después
de un rico desayuno de zumo de piña natural, fruta fresca y huevos revueltos
nos pasaron a buscar al hotel y desde allí nos llevaron a la estación de vans.
Hubo un poco de desbarajuste con las plazas porque cuando ya estábamos todos
acoplados llegaron cuatro personas más, e hicieron salir a cuatro de nuestra
furgo para meterles en otra, que yo pensaba, no sería más fácil que metieran
directamente a los cuatro nuevos que no andar subiendo al techo a descargar
maletas? Bueno, como fuera nos acoplaron, y cuando llevábamos un cuarto de hora
de camino paramos de nuevo a coger a los mismo que habían mandado al otro
vehiculo, que aquí llaman indistintamente minibús o van, pero que realmente es
una furgoneta que tiene 12 plazas. A nosotros nos volvió a tocar en la fila de
atrás (tres de tres) pero en esta furgoneta la suspensión estaba hecha una
pena, pero pena de llorar, y estuvimos pegando botes las cuatro horas largas
que duró el camino, con un par de paradas para que el señor conductor comiera y
se fumara un par de pitillos, aunque el resto estuviéramos esperando.
Afortunadamente
nuestro alojamiento estaba prácticamente enfrente de la parada, ya que
queríamos descansar de tanto bote. El sitio muy chulo, tanto que comimos aquí
mismo, con unas buenas vistas al río.
Después
de la tradicional siesta nos fuimos andando a ver el resto del pueblo. O más
bien, la calle que es el pueblo. Nos encontramos de nuevo con una pareja de
Madrid con los que habíamos coincidido en otro par de sitios (y un par de
furgos), llegamos al puente a hacer unas fotos, pero como estaba empezando a
llover bien otra vez (la anterior no nos pilló porque fue durante la siesta)
emprendimos el regreso.
Preguntamos en una agencia cuando nos costaría ir a
Muang Ngoy y volver en el día, y con viaje organizado eran 65$. Esta parte del
viaje estaba un poco en el aire. No sabíamos si ir y volver en el día o
quedarnos a dormir allí, era el único hotel que no estaba reservado. Como el
viaje en bote de línea eran 3€ decidimos ir a la aventura. El resto de la tarde
lo pasamos tomando una cervecita y charlando con una pareja, ella colombiana,
él holandés, compartiendo experiencias y pasando un buen rato, en definitiva.
De
vuelta al hotel se nos había hecho la hora de cenar, y sin más que hacer, al
catre a dormir un ratito.
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