El sábado 19 es un día absolutamente de transición.
Me toca madrugar para recoger mi equipo, que me lo entregan totalmente seco. De
vuelta en el hostal mato el tiempo haciendo la maleta y poco más. Salgo a
comprar algo para comer, y me doy cuenta que está lloviendo bastante. En un
momento que para decido irme ya al aeropuerto a pesar de que queda mucho para
mi vuelo, ya que para tener que estar esperando, me da igual un sitio que otro.
Además el hostal lo están limpiando y me da cosa estar por allí. Facturo la
maleta sin problemas, a pesar de que el límite son 20 kg. y yo llevo 21. En el
rato de espera me echo una cabezadita en unos sofás muy cómodos que hay por
allí… ya podían aprender el resto de aeropuertos… Tanto el vuelo, la recogida
de equipajes y el traslado al hotel se hacen sin nada que reseñar. Y justo en
la puerta del hotel ya me están esperando el Ru, Aitor y Cristina. Tras dejar
la maleta nos dirigimos a la estación de Ueno, a ver si encontramos al resto de
grupo. Vemos a Alberto, que nos dice, no puede ser de otra manera, que están en
la parte superior de la estación cenando. Como es lógico, están muertecitos de
la paliza del viaje, ya que ellos acaban de llegar. Despierto la envidia de más
de uno al enseñar las fotos de buceo en el móvil. Tras picar algo nos dirigimos
al primer kaiten sushi, y luego, paseando por el barrio, sábado por la noche,
descubrimos que es un poco pintoresco.
Al día siguiente toca madrugar, ya que a las nueve
empieza el entrenamiento de Someya, con quien yo no había entrenado antes. Por
ello quedamos a las siete y cuarto en la estación de Ueno. Este señor tiene la
particularidad de que es muy técnico, y que manda parar a mitad de clase para
tomar apuntes. Y a continuación, el primer entrenamiento con el abuelo, quien
no para de realizar técnicas durante todo el rato.
Como viene siendo tradicional nos acercamos al
Saizeriya a comer, donde nos atendieron bastante rápido a pesar de ser un grupo
tan numeroso.
Todavía quedaba mucho día para disfrutar, así que
nos dirigimos directamente a Harajuku, donde se dio tiempo libre a la gente. La
mayor parte se dirigieron a la calle principal, Takeshita Dori, pero Aitor y yo
nos acercamos al Parque Yoyogi, con la esperanza, al ser domingo, de ver a los
famosos rockers japoneses. Tenían una de las puertas de acceso cerrada, y
tuvimos que dar un buen rodeo. Cuando llegamos se estaba haciendo ya de noche, así
que tras estar un rato mirando a una extraña pareja que tocaba swing, ella con
un saxo pequeñito y él con una guitarra nos volvimos a Takeshita Dori. Ahí
estuvimos un rato en el Daisho, el todo a cien que ocupa cuatro plantas, y
luego no pude aguantar la tentación y después de varios años aguantando, piqué
con un crêpe relleno de chocolate y helado. Me supo riquísimo.
Como en este rato ya se había hecho noche cerrada
nos acercamos a una de esas zonas que merece la pena ver de noche, que es
Shibuya. De nuevo se dio tiempo libre para que la gente callejeara por su
cuenta. Lo primero que hicimos, tras la visita a Hachiko de rigor, es subir al
Starbucks que hay en el famoso cruce. Yo esto no lo había hecho nunca y estuvo
curioso. No hace falta pagar, se puede subir por detrás.
Después Aitor y yo nos dirigimos a localizar un edificio con una exposición de dos
famosos pintores, que él tenía interés en visitar la semana que se iba a quedar
solo. Luego ya nos dimos una vuelta por el barrio, sin entrar en ninguna tienda,
viendo las luces, la música y la gente.
De vuelta en Ueno nos acercamos a cenar donde se iba
a convertir en nuestro cuartel general, de nuevo al Kaiten sushi.
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