El día amaneció un poco más tarde de lo habitual, ya
que como el plan era ir a Asakusa, y las tiendas allí hasta las diez no abren,
era bobada ir antes. Estuvimos callejeando mientras abrían, visitando las
tiendas habituales, las de tenugui, las de tabis, las de artesanías… Aquí es
donde se compran la mayor parte de los encargos.
Una vez hechas estas compras, el Ru y yo cansados de
tanta tienda, nos fuimos andando hasta Ameyoko, para comer por esa zona cercana
al hotel. Mientras su señora, a quien se debe, aprovechó un rato más de compras
y luego se acercó en metro. El resto del grupo siguió en Asakusa para comer
allí, okonomiyaki, que me hubiera gustado probar, pero no tenía ganas de estar
esperando tanto tiempo. En cambio comimos una tempura, por antojo de Cristina,
que resultó excelente.
Habíamos quedado a las cinco en la estación de Ueno
para ir de nuevo a entrenar, así que tuvimos un ratillo en el que aprovechamos
para cambiar algo de dinero y volver al hotel a ponernos la ropa de faena. El
abuelo de nuevo estuvo fantástico, al igual que Chema, quien pasó de grado
brillantemente. Para celebrarlo hicimos cena común en la parte superior de la
estación de Ueno con la comida cedida por Yoshi.
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