Serengeti. Estábamos en el
Serengeti. Ese lugar que despierta tantas imágenes de lugar lejano e inhóspito.
Y lo empezábamos a disfrutar. Nuestro alojamiento, el Ikoma Safari Campo,
brindaba los desayunos al aire libre, en un entorno magnífico. Y más casero no
podía ser: tostadas con mantequilla y mermelada, cacao para la leche (en polvo,
eso sí), y si querías, que no fue el caso, pues los huevos fritos, bacon y
salchichas de rigor.
Una vez bien alimentados salimos
a por el coche, y cual es nuestra sorpresa que nos lo encontramos reluciente,
sin rastro de todo el polvo del día anterior. Abel, como buen guía, lo limpiaba
todos los días, lo recogía con un cepillo y lo dejaba impecable. Pero era la
hora de volverlo a llenar de polvo. La entrada al parque estaba a diez minutos
y una vez allí teníamos que buscar las zonas más interesantes.
Nuestra primera parada fue la Hippo
Pool, la piscina de los hipopótamos. Estuvimos allí un buen rato viendo como
hacían cochinadas con la cola. La movían rápidamente en el agua y esparcían
todo alrededor. Como era mitad de la época seca la charca ya estaba bastante
menguada, y llenita de hipos, así que casi toda la superficie eran excrementos,
con el olor que eso lleva…
Seguimos el camino tranquilamente
hasta que nos encontramos una manada de búfalos ENORME, no sé cuantos
serían… pero una barbaridad. Estábamos tan tranquilos viendo cómo comían,
y de repente, todos se quedan tiesos, mirando al otro lado del camino,
olfateando algo, los machos más grandes se ponen alineados en primera fila, y
se hace el silencio. Abel nos dice: una leona. Tardamos un rato en descubrirla,
pero una vez localizada fue una gozada verla cómo iba acercándose, agachada,
como si la cosa no fuese con ella, hasta que los búfalos la ignoraron. La leona
se fue acercando poco a poco, poco a poco…. Pero los búfalos decidieron
marcharse también poco a poco… La leona se iba acercando, y tuvimos la
suerte de que pasó justo al lado del coche. Nosotros conteníamos la respiración
pensando que íbamos a ser testigos de una cacería… Pero Abel nos dijo que
no nos hiciéramos ilusiones, que los leones solamente tienen éxito la quinta
parte de las veces que lo intentan… Y en esta ocasión falló.
Sin embargo fue muy emocionante
observar cómo se iba acercando, agachada, despacio, sin hacer ruido… Yo,
torpe de mi, creía que estaba grabando un video alucinante, y resulta que se me
había olvidado dar al botón (torpe!!!).
Seguimos un ratillo viendo más
grupos de leones, pero estaban tirados a la sombra, descansando sin hacer
nada…
Como teníamos la emisora del
coche en marcha, debieron dar un aviso, y para allá que fuimos. Un guepardo con
dos crías. También sin hacer nada, pero a la orilla de la carretera, justo al
lado. Bueno, justo al lado cuando llegamos, porque aquello parecía una romería,
o la cola del supermercado… Avanzábamos de uno en uno, hasta que el
primero se hartaba de hacer fotos, y entonces, otro pasito para adelante…
pero cuando llegamos mereció la pena…
Con estas emociones intensas se
nos había hecho la hora de comer, así que a una de las zonas de picnic, tarde
como siempre. Esta vez fuimos tan tarde que ya estaban todos los sitios ocupados
y nos sentamos plácidamente en el suelo a tomar las viandas de nuestra cajita
de picnic , que en esta ocasión tenía su toque español ya que incluía
tortilla de patata. Mientras comíamos Abel se acercó al pueblo a intentar
arreglar el soporte de la batería., y allí estuvimos esperando una hora y
media, que aprovechamos para comer, visitar la tienda, un pequeño centro de
interpretación bastante interesante, echar un rato la siesta, y hacer alguna
foto chorra…
La tarde siguió como la mañana, conduciendo por los caminos
tranquilamente. Otra vez volvimos a ver un leopardo, pero esta vez nos costó un
montón localizarle en el árbol… De esto que dices, este tío me está tomando el
pelo, si yo miro donde dice y allí no hay nada… Pero una vez que vimos dónde
estaba, nos fijamos que debía de haber cazado hacía poco tiempo, porque en la
rama de al lado había restos de un impala a medio comer, al que se veía todo el
costillar…
Y para rematar la tarde, según
volvíamos al hotel, vimos cómo tres elefantes macho ahuyentaban una manada de
ocho leonas que se habían acercado demasiado a una cría…
Ya no nos quedaba nada del día,
más que rematarlo con una buena cena casera ( puré de calabaza, guiso de carne
con guarnición de estupenda verdura salteada y fruta riquísima )y un par de
cervecitas frías, frías…
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