El día amaneció como el anterior, con un buen desayuno. Habíamos ido
perdiendo poco a poco el bravío de los primeros días, y ya no madrugábamos
tanto. Después de encontrarnos una vez más el coche impoluto, nos pusimos en
camino. En esta ocasión nos dirigimos a otra hipo pool, pero un poco más lejana
que la del día anterior, y que quedaba un poco en el lateral del parque. Estuvo
bien porque nos permitió observar otro tipo de paisaje, con más colinas y con
bosque un poco más cerrado que lo que habíamos visto hasta entonces. En este
sitio también estaba permitido bajarse del vehículo, y aunque tuvimos que
esperar un rato hasta que hubo sitio libre, luego mereció la pena.
Tras retomar el camino principal, justo en el paso de uno de los ríos,
nos encontramos también con varios coches parados, señal inequívoca de que
había algo a la vista. En efecto, tras esperar un rato sin ver nada, que ni
Abel sabía lo que había, al final apareció un pequeño leopardo en la lejanía. E
igual que apareció desapareció rápidamente.
Después de un rato conduciendo nos encontramos con quien se iba a
convertir en la estrella invitada de la mañana: una leona. Estuvimos un rato
viéndola, ella ignoraba totalmente todos los vehículos, se movía, se quedaba
quieta, se recostaba un rato a la sombra… Hasta que se puso en marcha no
sabemos por qué motivo. Una vez más Abel acertó con el sitio.
De pronto por la
derecha aparecen unos facoceros (unos jabalís del estilo pumba, vamos) y la
leona se va acercando sin que ellos se den cuenta. Les va cortando su
trayectoria, y de repente, sin previo aviso, sale corriendo hacia uno de ellos,
aumentando la velocidad progresivamente, hasta que entre polvareda y chillidos,
se hace con la presa.
Leona cazando
Fue un momento mágico, quizá el mejor del viaje, la tensión por la caza,
el silencio, todos los coches pendientes… Y la leona, ajena a todo, se fue
tranquilamente con su pieza, a dar buena cuenta de ella… El vídeo que saqué
muestra un poco el momento, pero con la emoción, se me salió de encuadre y no
sale demasiado bien (de hecho es un churro…)
Nos pusimos en camino una vez más, todavía con la adrenalina corriendo
por el cuerpo. Mientras se nos pasaba, por el camino veíamos distintas clases
de pájaros y antílopes, elefantes… Hasta que una nueva llamada de radio hizo
que subiéramos la velocidad en busca de algo concreto. En esta ocasión eran dos
crías ya creciditas de guepardo, que para variar estaban a la sombra sin hacer
nada… Pero justo a la orilla de la carretera, así que supercerca. Te daban
ganas de salir del coche para acariciarlas…
Y con todo esto ya se había hecho la hora de comer… Bueno, la hora de
comer ya se había hecho hace un par de horas, y hoy sí que llegamos realmente
tarde, tanto es así que no quedaba nadie en la zona de picnic y pudimos escoger
el sitio que quisimos. Fue un rato muy agradable que aproveché para hacer fotos
a los distintos pájaros que se acercaban a comer las migas, algunos realmente
valientes…
Tras el merecido descanso nos pusimos de nuevo en camino. Al haber
comido tan tarde, lo que quedaba del día no nos cundió mucho, pero sí lo
suficiente como para ver algo nuevo hasta el momento, como la avutarda de Kory,
cigüeñas raras y alguna rapaz. Y también otra manada de leonas sesteando, y
otro de los momentos buenos buenos del viaje, un grupo bastante numeroso de
elefantes según se dirigía a la charca a beber agua.
Estuvimos cerca de media
hora, primero viéndolos acercarse, luego mientras entraban en la charca, bebían
y salían, y por último, emprendían la marcha de nuevo. Dio la casualidad una
vez más (que ya digo que es más bien habilidad del guía), de estar en el sitio
correcto. Fue muy emocionante ver cómo dentro del grupo había una cría, y cómo
se organizan los elefantes para protegerla y defenderla. Primero uno de los
grandes abre camino, dirige la marcha. A continuación otro de los medianos se
coloca delante de la cría, otros dos la flanquean, para que vaya siempre
arropada, y mientras otros más, los que haga falta, se hacen cargo de las
posibles amenazas, en este caso, nosotros. Por último otro de los grandes
cierra el grupo. Y todo esto lo hacen perfectamente organizados. Tanto es así
que tuvimos a un elefante tocando literalmente la rueda de repuesto de nuestro
coche, a menos de un metro de nosotros mientras la cría cruzaba la carretera…
Elefante junto al coche
Así que después de todo esto regresamos al hotel, donde llegamos antes
de las cinco (demasiado pronto para mi, que nunca tengo suficiente y siempre
quiero más). En este rato aprovechamos que no había nadie para tener una buena
charla con Pepe, el gerente del hotel. Hay que decir que es todo un personaje.
Puedo entender que haya gente a la que no caiga demasiado bien, y que tiene
unas teorías un poco extrañas, pero nosotros pasamos un rato la mar de
agradable con él. Nos estuvo contando que le habían hecho entrenador de un
equipo de niños en el pueblo de al lado, de cómo se le presentó la oportunidad
del hotel, el tiempo que llevaba trabajando, lo que echaba de menos de España…
Fue un buen momento, entre cervezas y risas, que me hizo olvidar el semicabreo
por haber llegado tan pronto. Y es que el llegar pronto sirvió además para
poder sacar fotos de posiblemente la mejor puesta de sol que haya visto.
Más tarde, durante la cena (casera y sabrosa otra vez), Pepe se
repartía entre los distintos grupos de alemanes, italianos, haciendo de perfecto
anfitrión, y teniendo alguna palabra con ellos en su idioma. Pero cuando todos
se fueron a dormir, se vino con nosotros, los dos únicos españoles. Nos tomamos
una cerveza más, y entre conversaciones, cuando yo ya estaba cansado y con
ganas de ir a la cama, no se le ocurre otra cosa que sacarnos una botella de
amarula (que solo tomamos un chupito, eh) y otra hora larga se nos pasó
volando.
Así terminó el que fue posiblemente el día mejor y más completo de
todo el safari.
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