Tras desayunar nuevamente con los juegos olímpicos tuvimos
que bajar las maletas y dejar la habitación. Nuestro barco salía a las 12:30.
No lo habíamos querido coger demasiado pronto (a las 9:30) ya que queríamos
pasar un tiempo más en Stone Town para rematar compras, ni tampoco demasiado
tarde (a las 16:30), ya que las dos horas de travesía harían que llegáramos a
Dar de noche, que no es lo más aconsejable. Aprovechamos esas dos horillas que
nos quedaban para disfrutar un poco más y empaparnos de las callejuelas y
recovecos que no habíamos visto, y repetir lo que más nos había gustado. Lo
primero que hicimos fue ir a cambiar la sortija de tanzanita de Adela, que
después de darle muchas vueltas pensó que era pequeña para lo que su madre
merecía. La mujer de la tienda nos atendió una vez más fenomenal y sin ningún
problema nos la cambió. Luego seguimos nuestro paseo.
Pero como aquello no es
realmente muy grande, y como era viernes, su día festivo y muchas cosas estaban
cerradas, antes de la hora prevista habíamos terminado, y fuimos con tiempo al
puerto. Aunque no estaba muy lejos, unos diez minutos andando, preferimos coger
un taxi para evitar ir cargados con las maletas. Así que llegamos rápidamente y
entramos al control del visado. Aquí vimos todos los extranjeros que no
habíamos visto en la isla los días de atrás, muchos de ellos cargados con
mochilones de esos que solo llevan los que hacen un viaje largo, de varios
meses… Qué envidia!!
El ferry llegó puntual (más o
menos) y el embarque se hizo de forma ordenada (más o menos), y como nosotros
íbamos en primera clase nuestros asientos estaban fenomenal, en una sala
cerrada, con aire acondicionado. Pronto aquello empezó a moverse, y aproveché
para sacar las últimas fotos de la isla, según nos íbamos alejando.
Dentro, en
la sala, se estaba muy bien. Bueno, miento, al principio se estaba muy bien.
Luego, según avanzaba la travesía, aquello empezó a hacer la lavadora, a dar
vueltas y más vueltas. Yo, que raramente me mareo (y soy un poco malo), me hacía
gracia lo mal que lo pasaba la gente, y empecé a comer cosas grasientas delante
de todo el mundo, que casi se mareaban más… Pero Adela también empezó a ponerse
de colores, y yo le conté el truco que me enseñaron en buceo, cuando vas con la
lancha y la cosa se mueve mucho: Mira a un punto fijo a lo lejos. Pero claro,
en alta mar, sin referencias de costa y sin nada era verdaderamente difícil, y
lo único que encontró fue una nube. Y así, totalmente concentrada en mirar la
nube, como pudo, pasó el resto de la travesía. La gente salía a cubierta a
expulsar sus males, y yo salí un par de veces a ver cómo estaba el tema, y
porque me aburría… Pero a media travesía o así yo también me empecé a marear, y
no hacía más que mirar el reloj a ver cuánto nos faltaba. Afortunadamente la
cosa no pasó a mayores.
Una vez en Dar, en la terminal
del puerto, nos dispusimos a ir a nuestro hotel, que estaba relativamente
cerca. Tras rechazar múltiples ofrecimientos de taxi me situé, y en algo más de
diez minutos llegamos al hotel. Tanzanite Executive Suites. Es un buen hotel
situado en una buena zona. La habitación era una pasada, y el baño, el mejor de
todo el viaje. Tras tomar posesión, nos dispusimos a disfrutar de un relajado
paseo por Dar. Nuestro hotel estaba a menos de cinco minutos de la avenida más
famosa y concurrida, la Samora Machel Av. , en honor del lider de la
independencia de Moçambique (ains, qué tiempos…). Tengo que decir que la
decepción fue mayúscula. No hay nada que ver. Y mira que ya había leído que
realmente no tenía muchas cosas, pero es que no había nada. Así que bueno, por
lo menos disfrutamos de un tranquilo paseo. Nos acercamos hasta la famosa Clock
Tower, y no es más que una rotonda con el pirulo en medio. Tanto es así que nos
la pasamos pensando que sería otra cosa. Cuando ya los nombres de las calles no
me empezaron a sonar con lo que había en el plano, dimos media vuelta, y de
aquí, a visitar la estación de trenes, de donde tenía que haber salido dos años
antes con mi amigo Fernando y no salí… La estación de trenes tiene su punto,
con la cantidad de gente que mueve a su alrededor. Había muchos puestos
callejeros de ropa, pantalones, camisas, también de relojes…
Salimos otra vez hasta la Samora
Machel Av., y de aquí nos paramos a ver dos catedrales, una católica (creo) y
otra protestante (creo). Esto fue muy curioso porque en la primera de ellas
estaban celebrando bodas, pero como ocho o diez a la vez, así que estaban todas
las parejas frente al altar, con todos los invitados muy bien vestidos, al estilo
occidental, y unos cochazos fuera adornados con floripondios…
Seguimos un ratillo el paseo,
pero al ver que anochecía decidimos volver al hotel antes de salir a cenar en
un sitio que habíamos fichado, una especie de hamburguesería que por lo visto
pertenecía a una cadena sudafricana. Cuando ya se nos hizo la hora de cenar nos
acercamos al sitio, andando, igualmente en la avenida Samora Machel. El
restaurante no estaría a más de diez minutos. Cuando llevamos la mitad del
camino se nos acerca un chico (más bien venía caminando detrás nuestro y nos
adelanta) y nos dice que cuidado con las mochilas (Adela llevaba una sobre un
hombro) que él ha visto muchos robos a turistas por esa zona, que pasan con un
coche cerca de la acera y te pegan el tirón. Tras agradecérselo y ponerse bien
puesta la mochila, pensamos que ni en la mejor calle de Dar estábamos
tranquilos… Así que tras una cena que no estuvo mal, cogimos un taxi que me
daba las largas desde el aparcamiento frente al burguer, para llevarnos de
vuelta al hotel y pasar lo que sería nuestra última noche en Tanzania.