Después de un frugal desayuno incluido en el hotel cogimos un Grab para ir al aeropuerto, bastante más barato que el traslado con el hotel. Teníamos el vuelo a las 11:30 así que contando las dos horas que hay que estar con antelación y la hora que se tardaba en llegar al aeropuerto, no nos pudimos entretener demasiado.
El vuelo duró poco más de una
hora y curiosamente el traslado de Da Nang al hotel nos lo incluyó gratis
Booking al reservar el hotel con ellos (al final salí perdiendo cuando
hackearon la cuenta al hotel y me tangaron los 87 € de la reserva que tuve que
pagar dos veces).
No voy a mentir. El principal
motivo para ir a Hoi An era hacerme un traje para una boda. Sí, de paso
aprovecharíamos para visitar lo que se pudiera. En la recepción del hotel nos
aconsejaron un par de sitios y la verdad es que acertaron.
El problema es cuando no te has
hecho nunca un traje a medida y te empiezan a preguntar sobre medidas, formas y
modelos que ni siquiera habías considerado. Nos llevó un buen rato decidir cómo
iba a ser. Como Adela también quería su ración, luego nos acercamos a otra
tienda para que ella hiciera sus encargos. Desde aquí pasamos por otra tercera
tienda, sin ninguna referencia más que lo que tenían expuesto. Aquí encargué
unos zapatos a medida, también para la boda, y un antojo que tenía: un
chaquetón de cuero.
Después de todos estos encargos
ya se nos había hecho la hora de cenar, y eso que no nos habíamos movido más
que un par de manzanas del hotel, así que nos acercamos un poco a la zona del
río, donde acabamos en casi el único sitio que quedaba abierto.
Así como en la comida acerté, un
restaurante bastante local frente al hotel, la cena fue un poco decepcionante,
en medio de la zona turística. Ni la atención ni la rapidez ni la comida fueron
muy allá.
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