No puedo recordar bien la hora,
pero como a las seis de la mañana, para evitar el calor del día, no pusimos en
marcha para la visita a las ruinas de My Son. La excursión la contratamos en el
mismo hotel. A esas horas, aunque todavía era de noche cerrada, ya había
bastante gente trajinando por la calle. Y es que por lo que pudimos ver, en
Vietnam siempre hay un montón de gente en la calle, sea la hora que sea.
Llegamos a las ruinas después de
una hora de coche. Esta visita tuve dudas de si incluirla o no. Había leído
opiniones contradictorias. Y además en el año anterior habíamos estado en
Angkor, con quien se le compara. Pero bueno, como queríamos estar días suficientes
en Hoi An para poder hacernos los trajes con calma, y de alguna manera había
que emplear el tiempo, pues nos acercamos.
La verdad es que no aguanta
ninguna comparación posible con Angkor. Pero casi ninguna visita en ningún
sitio lo aguantaría. Así que nos lo tomamos como yo creo que hay que verlo,
como una cosa distinta, y sí que nos alegramos de haber ido. Pese a que bastante
rato nos estuvo lloviendo. Además al ir tan temprano estuvimos prácticamente
solos.
Una vez cumplida la visita el conductor nos llevó de vuelta al hotel. Nos comentó si queríamos ir de visita a otro sitio que no recuerdo, pero le dijimos que no, que nos llevara de vuelta al hotel, que todavía llegábamos a tiempo de comer el desayuno, que al salir tan temprano no lo habíamos tomado. Tuvo el detalle de pararnos cinco minutos en una tienda de deportes para intentar comprar una camiseta, pero no había de mi talla.
A las once teníamos una nueva prueba con el traje, así que justo después del desayuno, sin tiempo para nada más, allí que fuimos. La cosa iba cogiendo forma con bastante buena pinta. Luego nos acercamos a una tienda que tenía fichada para comprar productos de North Face, YoYo Store, algo alejada del centro, pero con bastantes buenas críticas. La propia mujer de la tienda nos decía, eso es original y eso no lo es. Incluso de alguna cosa nos dijo, no tiene buena calidad, no merece la pena que lo compréis. Precios competitivos y buena calidad, por lo que he podido ver hasta ahora.
También pasamos por la tienda de la cazadora de cuero, y la verdad, fue decepcionante. Las mangas no me las podía ni meter, de lo estrechas que eran. Así que no nos quedó más remedio que acercarnos a comer, tripitimos en el mismo sitio, justo frente al hotel, donde nos echamos una buena siesta para compensar el madrugón.
Después de la siesta nos acercamos a recoger el traje, muy satisfecho de cómo había quedado, así como el resto de encargos que había ido haciendo Adela. Una vez dejadas todas las cosas en el hotel fuimos al Salón de la Asamblea Cantonesa, uno de los principales sitios turísticos y que todavía no habíamos visto.
Desde aquí me tocó volver a
probar la cazadora de cuero. Esta vez la habían dejado descuadrada. No
coincidían los botones con los ojales. Les dije que si no quedaba bien, no me
la iba a llevar, y me dijeron que les diera una última oportunidad. Para
quitarnos un poco el disgusto de la chapuza, y aunque ya era de noche,
estrenamos la piscina del hotel, de donde salimos renovados. Parece que el agua
se lleva todas las frustraciones.
Luego, para seguir haciendo
tiempo, nos acercamos otra vez a las tiendas y aprovechar a comprar los regalos
familiares, y dejamos casi todo solucionado.
Por supuesto, cuando volví a la
cazadora de cuero, me seguía quedando mal, así que me devolvieron el dinero de
la fianza (al que casi estaba dispuesto a renunciar) y nos fuimos al hotel a
nuestra última noche en Hoi An.
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