Último día en Bali, y hay que
aprovecharlo a tope. Después de un buen desayuno en la terraza del hotel,
viendo los arrozales de los alrededores, nos ponemos en marcha. El primer hito
en el camino es el templo de Taman Ayun, patrimonio de la Unesco. En Bali hay
dos sitios patrimonio de la Unesco, y los dos los vemos hoy. Este es el
primero, un palacio de antiguos reyes locales. Lo primero que vemos es un
bonito diorama que representa peleas de gallos, según nos cuenta, bastante habituales
en la isla. Luego pasamos a lo que es el recinto del templo, no al interior, al
que solamente pueden acceder los fieles, pero sí al exterior. Desde allí se ven
los distintos templos. El conjunto me parece bonito, sin más. No puedo valorar
el nivel histórico, pero por ejemplo, la cueva del elefante del día anterior me
gustó bastante más. Nuestro guía nos comentó que el templo era famoso por su
césped muy bien cuidado. Más bien estaba bien recortado, porque había bastantes
zonas en las que estaba encharcado.
Desde aquí nos dirigimos a los
arrozales de Jatiluwih, el otro lugar patrimonio de la Unesco. Hay una gran
aglomeración de coches en un sitio estrecho. Es un poco locura. Finalmente
llegamos a destino. No hemos tenido mucha suerte con la época. Nos falta esa
foto con los típicos colores verdes brillantes de las plantaciones. Con el
clima de la isla los campesinos pueden sacar hasta cuatro cosechas anuales. Los
ciclos son de tres meses. Tres ciclos plantan arroz y el cuarto o bien lo dejan
en barbecho o bien cambian de cultivo a cacahuetes, alubias… Nos damos un
pequeño paseo de un cuarto de hora por el camino que hay preparado. Se hace
agradable.
Luego nos lleva al mercado del
pueblo de Candikuning, para hacer alguna compra. Es un mercadillo turístico,
pero en todas las tiendas tienen prácticamente las mismas cosas. Quedamos al
cabo de tres cuartos de hora, pero a los veinte minutos ya hemos hecho las
pocas compras que faltaban y dado la vuelta a la manzana tres veces, así que
nos ponemos en marcha otra vez.
El siguiente sitio a visitar es
el templo del lago, Danu Beratan, justo al lado de Candikuning. El guía nos
pregunta si queremos verlo antes o después de comer. Yo prefiero verlo antes,
que después de comer, con la barriga llena, se hace más pesado. Aquí hay
bastante aglomeración de gente, el parkíng es un caos. La imagen del templo es
una de las típicas de Bali. Es un sitio grande y bonito, con jardines bien
cuidados donde los balineses pasan los días en familia. El recinto es bastante
grande, pero todo el mundo quiere sacarse la típica foto con el templo en el
mismo sitio. Dewa nos insiste muchas veces: desde aquí sale una bonita foto. O
bien: no quieren que les saque una foto? Es muy amable, pero yo las fotos las
hago donde me gustan a mí, no a él, y le doy largas.
Ya ha llegado la hora de comer,
así que justo al lado del lago nos lleva a un buffet de ponte ciego por 90.000
rupias (6€), que yo aprovecho todo lo que puedo ya que es mi última comida
balinesa. Me gusta especialmente el plátano rebozado, que no había probado
hasta entonces. Y ya por fin, nos dirigimos al último punto del programa, el
templo del mar, Tanah Lot. Yo había pedido ir a primera hora de la mañana, para
evitar aglomeraciones a la puesta del sol, pero por logística del viaje no pudo
ser. Así que llegamos de milagrito, después de cambiar de carreteras por
atascos, al último atasco final, que nos lleva a un parking saturado y tenemos
que dejar el coche en una campa de cualquier manera. Ya digo que llegamos de
milagrito, y aunque hay muchísima gente no tengo tanta sensación de agobio como
en el templo del lago, quizás porque ando pendiente de hacer la foto a la
puesta del sol. El templo no es especialmente bonito, pero el entorno hace que
sea espectacular, y eso que hemos pillado marea baja.
En cuanto anochece salen a volar
miles de golondrinas, en oleadas. Pero para nosotros el tiempo ya se está
acabando. Tenemos que estar en el aeropuerto a las 22:00, todavía nos queda
alguna hora que aprovechamos para visitar Kuta, el centro turístico de la isla.
Para llegar nos comemos un atasco monumental en una autovía de tres carriles,
que según Dewa se da todos los días. Vamos al paso de la tartana, pero aún así
nos queda una hora para dar una vuelta por Kuta. Es como trasladarse
automáticamente de isla. Grandes marcas comerciales, tiendas de ropa, hoteles
de postín… Otro Bali distinto al que hemos conocido esta semana. Aprovechamos
para gastar las últimas rupias en un café y un helado. Y sin más, al
aeropuerto. Solamente nos espera un vuelo de 9 horas hasta Qatar, tres horas de
espera allí, y un nuevo vuelo de 7 horas hasta Madrid. Y el tren de vuelta a
casa. Pero como siempre, llegaremos deseando preparar el siguiente viaje.
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