Hoy el día empieza con la triste
noticia del fallecimiento de Jorge en accidente de moto. Compañero y buen
amigo, una verdadera pena.
A las nueve nos recoge Dewa en el
hotel, después de algunas pequeñas complicaciones en el check out del hotel que
se resuelven sin más problema, después de tanto cambio de fecha de entrada y
salida. Como es mi primer contacto con Dewa he de decir que habla castellano
perfectamente. El primer sitio donde vamos es Tirta Gangga, unos jardines
acuáticos muy bonitos, con una piscina donde se baña la gente. Ahí estamos un
buen rato disfrutando del frescor y del paisaje, mientras Dewa nos cuenta sobre
las distintas plantas (que antes de ser guía tenía una floristería).
Luego vamos a la templo de los
murciélagos, que está muy cerquita de Candidasa. Además tenemos la suerte de
que hay una celebración y la gente se ha puesto sus mejores galas. Hay una
señora alemana mayor, molestando a la gente pidiendo hacer fotos, un poco
impertinente, y eso hace que yo me corte a la hora de pedir también hacer
fotos. La cueva está llenita de murciélagos, no sé los que habrá. En este sitio
Dewa nos cuenta sobre el sistema de castas que hay en Bali, heredado del de la
India, pero donde no existen los parias. Según nos dice, hoy en día no tiene
validez ninguna.
La siguiente parada es el palacio
de justicia de Klungkung. Dewa nos va explicando lo que significan las
pinturas. Son los castigos para los distintos pecados según el hinduismo. Vemos
también el pabellón flotante, llamado así porque está rodeado por un foso con
agua (aunque ahora está bastante sucio).
Los trayectos entre los distintos
puntos se hacen un poco largos, no por la distancia, sino por la cantidad de
gente que hay en la carretera. Eso sí, todos muy respetuosos. Como ya se ha
hecho la hora de comer, Dewa nos lleva a un sitio donde, según nos confiesa, si
él lleva a turistas, le invitan a comer. La verdad es que fue el peor sitio de
todo el viaje. Las vistas, no obstante, eran bonitas.
Justo aquí al lado de este
restaurante está la cueva del elefante, llamada así por la escultura que rodea
la entrada. Está dentro de un templo, con sus altares recién pintados. La cueva
era un sitio de retiro para monjes. El entorno es muy bonito.
Y ya por fin, y un poco fuera de
programa, nos acercamos al Monkey Forest de Ubud. La entrada al pueblo es una
locura, atasco y más atasco. El sitio es totalmente turístico. Por miedo a los
robos de los monos no llevo la cámara de fotos, así que de aquí no hay. Hay una
cantidad de macacos impresionante, saltando de rama en rama. Hay puestos de
venta de plátanos a la entrada, así luego se los puedes dar a los monos,
quienes se suben a tu hombro para comer. El sitio es chulo, pero nos pilla
anocheciendo y no se ve mucho.
De aquí ya nos vamos al hotel. No
hay carretera, así que tenemos que cargar con las maletas por un camino un
tanto dificultoso. Yo el maletón grande lo dejo en el coche, me cojo solamente
el pijama y el aseo. Al llegar el dueño nos empieza a decir que si tenemos la
reserva pagada, que si seguro que la tenemos pagada… yo se lo enseño en el
papel que tengo, pero está en castellano, y él no se lo cree. Se lleva el papel
para comprobarlo. Al rato vuelve y dice que sí, que ok. Es un jeta. Habíamos
pagado por una habitación con aire acondicionado, y nos da una que no lo tiene.
Como es solamente para una noche, no protesto, tampoco hace tanto calor. A la
hora de hacer el check in me pregunta que hasta qué hora nos vamos a quedar el
día siguiente. Cuando le digo que nos vamos a las 9 me dice que en ese caso no
tramita el check in, porque nos vamos a ir antes de que él tenga que llevar los
papeles a la policía, y eso que se ahorra. Le pregunto que si el desayuno está
incluido y me dice que no, pero que como no voy a hacer el check in, me lo
incluye. Mentira, el desayuno estaba incluido igual.
Sin darle más importancia que
constatar que es un jeta, nos damos una vuelta por el pueblo. Tiene muchísima
animación y vida. Pasamos por lo menos por tres sitios que están representando
danzas tradicionales, se oye la música desde fuera. Hay tiendas de todo tipo,
modernas, tradicionales, de moda… Nos acercamos a cenar al Café Wayan,
recomendado por el guía, y es todo un acierto, tanto de precio como de cantidad
y calidad. La pena es que las raciones de tarta no son muy abundantes y me
tengo que tomar dos…
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