Por una vez empezamos un viaje sin pegarnos una
paliza de falta de sueño… o casi.
Tras salir a las 10 de la noche de Madrid, y un
vuelo bastante cómodo, aunque no muy largo (me refiero para dormir en el avión,
solamente seis horas y media de las cuales dormí poco más de tres…) aterrizamos
en Dubai a las 7 de la mañana hora local. Pasamos rápidamente el control de
aduanas, una cola escasa comparada con la hora larga que nos tiramos mi madre y
yo cuando estuvimos en diciembre, y en el mismo aeropuerto, en una cafetería de
la cadena Costa, desayunamos. Aquí no cambié nada de dinero, todos los gastos
que hicimos (el desayuno y los billetes de metro) los pagué con la tarjeta.
Aunque intentamos alargarlo lo que pudimos, ya que hasta las diez de la mañana
no abren las tiendas, se nos hizo la hora de ir al Dubai Mall, el destino de
nuestra excursión en la escala de 7 horas que teníamos en Dubai. La otra opción
era haber estado solamente tres horas y media, y haber llegado tres horas antes
a Johannesburgo (J’burg a partir de ahora), pero realmente el llegar a las
cinco de la tarde respecto a las ocho no nos hubiera permitido hacer ninguna
cosa, no hubiera supuesto ninguna ventaja, así que alargamos la escala para que
Adela se pudiera hacer una pequeña idea de lo que es Dubai. La primera idea,
antes de aterrizar, es cuando el piloto dice que a las siete de la mañana
tienen 33º. Afortunadamente todo está preparado para que no tengas que salir a
la calle para nada, incluso pasamos algo de fresco, que tienen el aire
acondicionado a toda leche.
Tardamos poco más de media hora en llegar en metro a
la estación del Dubai Mall, y desde allí han construido (cuando estuve con mi
madre o bien no estaba hecho o bien no lo supimos encontrar) un pasillo con
cintas mecánicas que te llevan hasta el propio mall. Efectivamente, llegamos
pronto y aquello estaba bastante triste, todo vacío. Pero según pasaba el
tiempo e iban abriendo las tiendas, aquello tampoco se llenaba. Resulta que
estaban en el ramadán, y vimos en algún cartel que por ley no se puede comer ni
beber nada en público, así que todos los restaurantes, cafeterías, heladerías y
chiringuitos varios estaban cerrados. Y como la gente se acuesta tarde, porque
es cuando pueden comer, pues se levanta tarde,
y todo estaba vacío.
Pero bueno, la excursión mereció la pena. Nuestra
primera visita la hicimos al acuario, donde te puedes pasar las horas muertas
viendo la cantidad y variedad de especies… Y luego a callejear y perderse.
Estuvimos en la zona del zoco, muy bien ambientada aunque un poco artificial;
en el pasillo de la moda, con su supermoqueta y sus superbaños; en la pista de
patinaje sobre hielo, donde la temperatura descendía todavía más… Según los
letreros estaba prohibido que las mujeres fueran en camiseta de tirantes, como
la que llevaba Adela. Y como hay gente que pasa, pues yo creo que les obligan a
taparse poniendo el aire acondicionado a tope. Así que o te cubres, o te quedas
pajarito.
Y bueno, llegó el momento temido de salir al exterior,
a hacer una foto al Burj Khalifa. Cuando preguntamos por la salida el hombre de
información nos advirtió que habría como 37º (y un montón de huesos…), pero al
fin y al cabo, tres días antes en casa habíamos tenido 34º. Cuando llevábamos
un rato fuera se aguantaba más o menos bien, pero eso sí, la bofetada que nos
pegamos recién salidos del fresquito al calor… te deja un poco p’allá… Encima
nos encontramos con un indio (o paquistaní, o de Bangladesh… vamos, del
subcontinente indostánico) que quería que le hiciera una foto en la que saliera
él entero y la torre entera. Yo le dije que o uno o lo otro, que con la mierda
de compacta que tenía, imposible (bueno, lo de mierda de compacta no se lo
dije, pero lo pensé). Y el tío erre que erre, que le hiciera otra, que no le
gustaba, que así no, que asao… y repite, y otra más… Hasta que el tío se
aburrió y pensó que yo no daba para más… Así que el ratito de tomar foto y pa
dentro se convirtió en un cuarto de hora pasando calor… Y luego al revés.
Después de estar un rato al calor, que estás casi acostumbrado, al entrar otra
vez, helado perdido…
Y nada, después de deambular cerca de cuatro horas
por el mall, de vuelta al aeropuerto, donde todo se nos dio fenomenal, control
de pasaportes, aduanas, preguntar por cremas en las tiendas del duty free, y
embarcar…
El siguiente vuelo, ocho horas, pasamos durmiendo
otras tres horas largas, la siesta, así que tampoco se hizo tan largo. Una vez
en J’burg la historia de siempre, control de pasaportes, aduanas… se hizo
bastante rápido… y ya al transfer del hotel que nos estaba esperando para
llevarnos al Premier O.R. Tambo, un buen hotel muy bien ubicado cerca del
aeropuerto, ideal para pasar una noche de paso. En recepción me dicen que el
desayuno no está incluido, pero en mi reserva sí que estaba, así que la chica
me dice que el jefe va por las mañanas, que tan pronto llegue al día siguiente,
a las seis de la mañana, me llamaría para aclararlo. Le contesté que no corría
tanta prisa, que cuando me hubiera levantado ya bajaría yo… Y tras una rápida
cena en la habitación, con los bocatas que nos dieron en el avión, a dormir
nuestra primera noche sudafricana.
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