El avión nuestro salía a las
diez de la noche. Con lo cual teníamos que estar en el aeropuerto a las ocho,
así que teníamos que salir de Ueno a las seis de la tarde, más o menos.
Como tampoco teníamos muchas
cosas que hacer ni mucha prisa nos tomamos la mañana con calma. Esperamos a que
Kaskos se levantara para despedirnos de él. Le observamos mientras comía esa
delicatesen que es el natto… que a Adela se le revolvió el estómago solo de
olerlo… cada vez más lejos se iba…
Acompañamos a Kaskos hasta el
hotel cápsula, para ayudarle a llevar las maletas, y quedamos a comer con él en
la estación de Ikebukuro. Luego, para variar, nos fuimos por Ameyoko y Asakusa
para terminar de rematar las compras que nos faltaban. A puntito estuvimos de
coger un paraguas para mi madre, que cambiaba de color cuando se mojaba, pero
era bastante aparatoso, teníamos todas las maletas hechas y al final no nos
decidimos.
Al rato ya nos marchamos para
Ikebukuro y estuvimos comiendo en la planta octava de unos grandes almacenes,
concretamente en un okonomiyaki. Tardaron un buen rato en servirnos, lo que
hizo que ya anduviéramos pillados. Tras despedirnos de Kaskos marchamos corre
que te corre a recoger las maletas al hotel, llegamos de milagrito a coger el
tren para el aeropuerto (salía en dos minutos) y si hubiésemos tenido que
esperar al siguiente, no es que hubiésemos perdido el vuelo, pero casi. Bueno,
así estuvimos menos tiempo esperando en el aeropuerto.
El vuelo lo hicimos de noche,
así que a dormir. Otra vez nos tocó en el Airbus A380, que no se meneó en todo
el trayecto. Teníamos otro par de horitas en Dubai, que aprovechamos para
comprar algo, lo justo para estar entretenido.
Al final el avión salió con
algo de retraso, con lo que llegamos a Madrid un poco tarde. Nuestras maletas
salieron de las últimas (alguna vez nos tenía que tocar) con lo cual íbamos a
perder el tren. Afortunadamente en la T4 del aeropuerto hay una oficina de
Renfe, donde cambiamos los billetes por un pequeño sobrecoste de 14 euros. El
nuevo salía tres cuartos de hora más tarde, solamente, pero fue lo justo para
poder llegar con tranquilidad.
Así terminó este pequeño viaje
a Japón. No creo que vuelva a hacerlo otra vez tan corto. Al final no te cunde mucho, aunque merece
la pena. Y ahora… a preparar el siguiente viaje…
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