Al bajar a recepción y preguntar por el desayuno el
hombre me dice que lo está mirando en ese momento, pero que no me preocupe y
que desayune. Todo esto con una sonrisa en los labios. Me pide que le deje
hacer una fotocopia de la reserva donde decía que estaba incluido y eso fueron
todos los problemas. Así que subí a avisar a Adela y nos dirigimos al buffet,
que no estaba nada mal.
A las nueve (bueno, nueve y diez, horario africano)
cogimos de nuevo el transfer al aeropuerto. Allí lo primero que hicimos fue
cambiar dinero, para no perder tiempo a la vuelta. De dólares a rands. A
continuación fuimos a dejar las maletas grandes en consigna, ya que como entre
nuestros dos vuelos solamente teníamos 40 minutos, íbamos a viajar con equipaje
de mano, por si había problemas no tener que esperar a las maletas facturadas.
Ya que teníamos tiempo y que estaba al lado, me acerqué al mostrador de Hertz,
la compañía de alquiler del coche que cogíamos a la vuelta, para recordarles
que me tenían que tramitar el permiso para poder meter el coche en Moçambique.
Según iba tomando nota el chico de la agencia llegué a la conclusión de que no
lo tenían anotado, así que menos mal que me curé en salud. Muchas veces por
exceso de prudencia uno parece tonto (más tonto, quiero decir), pero alguna que
otra vez hace que valga la pena.
Y ya con todos los deberes hechos nos dirigimos a
facturar a la terminal de vuelos internacionales, donde un simpático mozo (a
cambio de la consiguiente propina) nos enseñó a hacer el check in en los
mostradores self service, que al no facturar lo podíamos hacer nosotros solos.
Pero claro, al facturar en la maquinita nos salieron solamente las tarjetas de
embarque de J’burg a Windhoek, pero no las siguientes, de Windhoek a Vic Falls,
y yo con la mosca detrás de la oreja pensando que también nos hacían falta las
otras… Así que recorrimos la terminal de arriba abajo buscando los mostradores
de Air Namibia, hasta que pregunto a una señorita y me dice que están en la
otra terminal, en la de vuelos nacionales. Dícese en la otra punta del
aeropuerto. Así que menos mal que íbamos con tiempo… Para allá andandín, al
llegar al mostrador se lo explico al chaval que atendía, muy amable me lo
gestiona todo y ya con las tarjetas resueltas es el momento de dedicarse
plenamente a lo que viene a ser ver tiendas. Así hasta la hora de pasar el
control de escáner, pasaportes, aduanas… justo para embarcar.
Nuestro vuelo salió con 15 minutos de retraso, y
teníamos 40 de escala. Eso quiere decir que solamente nos quedaban 25 minutos para
hacer el transbordo en el aeropuerto de Windhoek, capital de Namibia. Hicimos
esta combinación tan extraña por varios motivos. Sobre todo porque era la
opción más barata de las que quedaban. Además los horarios estaban bastante
bien, y el otro vuelo disponible (el bueno bueno ya no tenía plazas) constaba
150€ más por persona. Al ser los dos vuelos de la misma compañía pregunté al
azafato si nos esperarían, y me contestó que sin problemas, que siempre
esperan. Al llegar a Windhoek nos encontramos con un aeropuerto que puede
rivalizar sin problemas con algunos tan emblemáticos y significativos como el
de Villanubla (con todos los respetos para el aeropuerto de Villanubla). Dos
puertas, la uno y la dos. A nosotros nos tocó la dos. Hicimos cola y una de dos
cosas: o en la cola estábamos solamente los que hacíamos escala y el resto
estaba ya esperando embarcado, o bien íbamos realmente pocos en el avión. Pues
fue lo segundo, el avión más pequeño en el que he montado yo en la vida.
Afortunadamente no era de hélices. El que nos llevó el año pasado de Arusha a
Zanzíbar, aun siendo más grande tenía hélices y aquello se movía que no veas.
Resumiendo, un avión de 14 filas (nosotros íbamos en la 14) y tres asientos por
fila. Un asiento, pasillo, dos asientos. Total, si las matemáticas no fallan,
42 personas, más pequeño que un autobús. Ya estaba yo temeroso de estar en la
última fila, donde más se mueve el aparato, pero ni nos enteramos (sobre todo
Adela, que vino dormida la mitad del viaje, que yo a su lado soy un principiante.
Cuando llevábamos un cuarto de hora volando se despierta y me dice: hemos
despegado ya?).
Al llegar a Vic Falls otra vez pasaportes (cobran
30$ por el visado), aduanas, recoger maletas… recoger maletas? Pero no ibais
solo con equipaje de mano? Sí, pero el avión era tan pequeño que nuestras
maletas de mano las metieron en la bodega porque arriba no cabían. Y al salir
allí estaba nuestro taxista esperando para llevarnos directamente a nuestro
alojamiento en el Victoria Falls Backpackers. Escogí este sitio porque aquí fue
donde nos quedamos la otra vez que estuve, que como siempre cuento, fue cuando
el Real Madrid ganó la Copa de Europa con el golazo de volea de Zidane. Y nada,
al rellenar el formulario de registro me preguntan que cómo he oído hablar de
ellos. Yo les cuento que estuve hace once años (caramba, tanto tiempo el Madrid
sin volver a ganar la Champions…), que vinimos tres chicos españoles… y de
pronto el hombre me dice: ya me acuerdo de vosotros, y yo: este está de coña. Y
me dice: sí, sí, fuisteis los que estuvisteis viendo una final del Real
Madrid!! Anonadado me quedé. (Fernando, además de sacar el negocio adelante, el
boer tenía buena memoria!!).
Esa noche teníamos pensado cenar en el Boma,
restaurante digamos típico tradicional (turistada total), pero nos dijeron que
lo dejáramos para el día siguiente, que este día teníamos barbacoa allí en el
albergue. Y así lo hicimos. Éramos seis, dos chicos ingleses, un americano, una
sudafricana y nosotros dos. Alrededor de la hoguera, comiendo salchichas, carne
y ensalada, en la gloria. Y así, disfrutando de la noche africana, terminó el
día.
Si, en general los boers tienen buena memoria.o eso dicen los ingleses-sudafricanos. Parece que aun recuerdan muy muy bien las guerras anglo-boers......
ResponderEliminarDe todos modos, tal y como estaban las cosas hace 11 anhos, quizas penso que seriamos sus ultimos clientes
que pasada de viaje!!!!!!!
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