En la barbacoa del día que llegamos oí hablar a los
ingleses del rafting, y uno de ellos lo iba a hacer. Yo, aunque lo había visto
por internet dentro de las actividades que ofrecen, ni me lo había planteado.
Primero por tiempo, y segundo porque pensaba que a Adela no le apetecería. Pero
al día siguiente se lo comenté y como es una santa no solo no me dijo que no,
sino que me animó a ello. Yo solo, eso sí. Así que este día, a las seis arriba,
que a y media nos pasaban a buscar. Y así fue, el chico inglés y yo, al rafting
que nos fuimos. Al llegar al sitio nos esperaba un trío de amigos a los que nos
uniríamos, y que eran como eso de los chistes… Va un inglés, un americano y un
zimbabwense (o zimbabwano, o como se diga…). Nos dieron un briefing de
seguridad, de cómo proceder si te caías de la barca, las posturas a adoptar… y
para el río. Te dan el chaleco, el casco y a continuación a bajar, por un
barranco chulísimo, a la parte inferior, claro, que es donde está el río. Y
aquí empieza lo bueno. Primero unas maniobras sencillitas: todos para adelante,
todos para atrás, derecha atrás, más rápido… una maniobra muy graciosa que se
llamaba go down que la practicamos un par de veces y no la llegamos a realizar.
En el barco había muy buen ambiente, y al final nos hicimos dieciséis kilómetros
por el río, casi tres horas. Y nada que ver con la otra vez que había hecho
rafting, hace mogollón de años, en Galicia. Estos rápidos molaban. En uno de
ellos salimos todos despedidos de la barca, que volcó, y el coche escoba, que
en este caso era kayak escoba, nos iba recogiendo para llevarnos de nuevo al
barco. Y aunque fue la única vez que nos caímos todo el viaje estuvo fenomenal.
Menos mal que en la charla de seguridad nos dijeron que no nos importara si
tragábamos agua, porque un trago bueno sí que me metí… Así que no me arrepiento
de haberlo hecho. De lo que sí casi me arrepiento es de no haber pillado al
final el cd de fotos que te iban haciendo a lo largo del recorrido, en los
rápidos más chulos, pero es que pedían 25$ por él, con media docena de fotos, y
me parecía una pasada después de los 140$ que ya había pagado por la actividad.
Cuando se termina el asunto lo que queda es subir el acantilado, y al llegar
arriba espera una comida incluida en la excursión
Adela, mientras, se había dedicado a bajarse al
pueblo a ver tiendas y hacer alguna comprita, y luego de vuelta al albergue se
dio un masaje, que se lo había merecido por lo bien que se estaba portando,
porque además, ella, que casi no se apaña con el inglés, había sido capaz de
hacerse entender para cambiar los planes con el boer.
El principal problema de
hacer el rafting era que no iba a quedar casi tiempo para ver Hwange, el parque
donde íbamos a dormir esa noche. Entonces yo había quedado en que nada más
acabar el rafting pasaran a buscarme para ir a recoger las maletas y salir
pitando para el aeropuerto a recoger el coche de alquiler. Y Adela lo había
cambiado para estar ella esperando con las maletas a que yo acabara y salir
directamente, con lo que nos ahorrábamos un cuarto de hora (que luego nos vino
de mimo).
Nos llevaron en el taxi al aeropuerto donde cogimos
el coche de alquiler sin mayores problemas. Tanto la ruta en GPS como la sacada
del google maps me marcaban dos horas para hacer 120 km. Yo no entendía la cosa
hasta que llegamos al desvío hacia el parque. Los últimos 40 km, a 40 km/h por
carretera de tierra llena de baches. Llegamos a nuestro alojamiento en Sinamatella
Camps a las 17:45, cuando la puerta la cierran a las 18:00… Y éramos los únicos
inquilinos del campamento. Así que desde las seis de la tarde sin poder hacer
nada, aprovechamos para descansar, escribir el blog… y acostarnos pronto para
madrugar al día siguiente.
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