Lo
primero el listado de los templos:
Gubyauk
gyi (repe) (pinturas)
Manuha
(repe)
Nan
paya (tallas piedra)
Abeyadana
(pinturas)
Soe Min
Gyi Kyaung (se sube arriba)
Cuando
llegamos a por las motos, la señora nos dice que le paguemos.
- Pero
si te habíamos pagado ayer!
- No,
no, ayer solo me pagasteis ayer, y hoy me tenéis que pagar hoy.
- No,
no, no, ayer te pagamos los dos días, que te di dos billetes de diez y tú me
devolviste cuatro de uno.
- Cómo?
Repítelo…
-
Sí, sí, que te di dos billetes de diez y tú me devolviste cuatro de uno.
- Ah,
sí, perdón, perdón, perdón. Ahora recuerdo…
Sinceramente
creo que no había ninguna mala fe por parte de la señora, así que después de aclarado
este malentendido este último día nos lo tomamos con bastante más calma. No es
que estuviésemos saturados, pero saboreamos más los que visitamos. Además
apenas nos quedaban sitios programados sin ver. Me gustó especialmente el Nan
Paya, por las tallas de piedra que no vimos en ningún otro sitio.
También
nos gustó el Soe Min Gyi Kyaung, al lado de la pagoda del mismo nombre, no
tanto por el edificio en sí, que no aporta demasiado, sino porque puedes subir
y disfrutar de buenas vistas.
De
aquí nos acercamos a comer a Nyaung U, y repetimos en el Bibo, que tanto nos
había gustado el primer día.
La
tarde nos la tomamos de relax. Primero nos acercamos al mercado de Nyaung U,
que no conocíamos. Estuvimos dando una vuelta por los puestos, donde vimos lo
que ya tantas veces nos habían intentado vender. No obstante siempre se
encuentra algo nuevo, y alguna compra hicimos.
Luego
ya se nos había hecho la hora de ir a recoger las camisas que Adela había
encargado. Está justo al lado del mercado. La señora lo tenía todo preparado,
le había quedado fenomenal (y tirado de precio), así que Adela estaba tan
contenta.
Durante
todo el camino había estado amenazando tormenta y no nos quisimos arriesgar a
lanzarnos de nuevo a los caminos, así que intentamos de nuevo lo del masaje en
un sitio que habíamos visto en la carretera de Nyaung U a Bagan. Yo pedí un
masaje de pies y Adela uno de cara. Cuando empieza el masajista a hacerme la
misma rutina que la chica de Monywa, y en previsión de un malentendido, le
digo: oye, masaje de pies. Sólo de pies? Sí, solo de pies. Bueno, pues empieza
otra vez, y no sé yo qué problema hubo esta vez, pero no se consiguió. Empezó
por los gemelos, una y otra vez, una y otra vez, que al principio daba gustito,
pero cuando te lo ha hecho veinte veces ya está la zona irritada y ya no mola.
Luego pasó al cuello, lo mismo. Yo pensaba, bueno, ahora vendrán los pies.
Nada, se me subió encima, paseando por mis piernas arriba y abajo… Y de pronto
me dice, ya está. Había pedido un masaje de pies de una hora y me dan uno de
cuarenta minutos de todo menos de pies. Mientras esperaba que acabase Adela
sopesaba mis alternativas: o decirles algo, para desahogarme, para que no se
quedasen conmigo, o simplemente pagar e irme, que fue lo que hice un poco
cansado ya de tantas “confusiones”. Lo de que lo mejor de Birmania son sus
gentes, sin duda es verdad, pero yo he tenido, no una ni dos, más de media
docena de experiencias de decir, o se están quedando conmigo o les da todo lo
mismo. Quizá estoy demasiado condicionado por las continuas llamadas para el
equipaje y las largas una y otra vez, pero esperaba otra cosa. Menos mal que
Adela salió superencantada del suyo, que como siempre me compensa verle tan
contenta.
Mientras
estábamos en el masaje había caído una buena, pero seguía amenazando tormenta,
no íbamos a poder disfrutar de una buena puesta de sol, así que nos volvimos
para el hotel a empaquetar todas las compras y preparar las maletas para el
vuelo del día siguiente. Aproveché también para darme el último chapuzón en la
piscina.
Para
cenar nos acercamos a uno llamado Bagan Zay, situado también en la calle de los
restaurantes. Esto no lo he contado nunca en ningún diario, pero no suelo ser
muy exquisito a la hora de comer. Como es lógico hay cosas que me gustan más y
cosas que me gustan menos. Pero solamente hay una cosa que no puedo comer, y es
el pepino. Y es una pena, porque seguro que el de estos sitios tiene que estar
riquísimo. Mi amigo Fernando seguro que recuerda alguna anécdota divertida con
esto. De modo que cuando pido algo, me aseguro de que entre los ingredientes no
haya pepino. Pues bien, Adela se pide un sándwich, que no tenía pepino, y yo
una fajita. Cuando traen el sándwich a Adela viene con pepino. Llamo a la
camarera, y le digo, por si acaso, que en mi fajita no pongan pepino. Ah!, No
quiere pepino? Pues no, no está en los ingredientes y no quiero pepino. Si
estoy contando esto ya os podéis imaginar el final de la historia.
Efectivamente en mi fajita apareció pepino. Igual le doy demasiada importancia
a cosas que no la tienen, pero es como lo del masaje. Pido un masaje de pies y
hacen lo que les da la gana. Pido una comida que no tenga pepino y al final
aparece… Luego la camarera me pedía disculpas, pero, hombre, ya te avisé que no
lo pusieras…
Menos
mal que a la hora de comer había descubierto una heladería nueva, casi recién
estrenada, así que hacia allí nos fuimos, a por un helado de chocolate que
estaba riquísimo.
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