Como todos los días, puntualmente a las nueve,
estamos preparados para salir. Nuestro primer destino es la plaza Mirchajmagh,
el símbolo de la ciudad. Parece otra mezquita, pero solamente es una fachada,
detrás de la cual se ubicaba en tiempos un bazar.
Después nos dirigimos al museo del agua, que está en
la misma plaza (entrada 50.000 riales). Tanto el anuncio como la puerta de
entrada son bastante cutres, pero luego dentro nos encontramos con una antigua
casa de la dinastía Kayar (s. XIX), ricamente decorada con estucos y espejos y
que nos gusta bastante. Allí Azi nos explica el proceso de conducción del agua desde
las colinas, la manera de hacer los túneles, los depósitos en las ciudades…
todo muy interesante.
Luego nos acercamos andando a la mezquita jamé de
Yazd, muy bonita.
Más tarde recorremos tranquilamente el barrio antiguo, el barrio que rodea a la mezquita, viendo las calles con sus casas de adobe. Vamos camino de un artesano del mosaico, uno de los pocos que quedan, pero el vecino nos dice que hace varios días que no aparece. Así que de vuelta a la mezquita. En las tiendas de al lado aprovechamos para hacer las primeras compras, y como ya se ha hecho la hora de comer, nos vamos al hotel Silk Road, que está en las inmediaciones, donde se come bien y barato (yo sopa de verdura y pastel de espinacas).
Luego nos acercamos al jardín Dolat Abad, donde está la torre de ventilación más alta de Irán, y la única octogonal. Está dentro de un palacete de invitados de algún gobernador local de turno (entrada 50.000 riales).
Más tarde recorremos tranquilamente el barrio antiguo, el barrio que rodea a la mezquita, viendo las calles con sus casas de adobe. Vamos camino de un artesano del mosaico, uno de los pocos que quedan, pero el vecino nos dice que hace varios días que no aparece. Así que de vuelta a la mezquita. En las tiendas de al lado aprovechamos para hacer las primeras compras, y como ya se ha hecho la hora de comer, nos vamos al hotel Silk Road, que está en las inmediaciones, donde se come bien y barato (yo sopa de verdura y pastel de espinacas).
Luego nos acercamos al jardín Dolat Abad, donde está la torre de ventilación más alta de Irán, y la única octogonal. Está dentro de un palacete de invitados de algún gobernador local de turno (entrada 50.000 riales).
Justo a la salida vemos un taller de un artesano de
la cerámica donde compramos alguna pieza muy original y barata.
A continuación vamos al templo del fuego zoroastriano (entrada 20.000 riales), donde arde una llama desde hace más de 1500 años. La llama no está en este sitio desde entonces, es un edificio moderno donde se ha trasladado desde los pueblos de los alrededores. Azi nos explica la simbología que hay en la figura que decora el edificio: la barba simboliza la sabiduría. La mano derecha con la palma hacia arriba, el contacto con Ahura Mazda, el dios. La mano izquierda, la rueda de la vida. Las tres filas de plumas, los preceptos de la religión: acción correcta, pensamiento correcto y dicho correcto.
A continuación vamos al templo del fuego zoroastriano (entrada 20.000 riales), donde arde una llama desde hace más de 1500 años. La llama no está en este sitio desde entonces, es un edificio moderno donde se ha trasladado desde los pueblos de los alrededores. Azi nos explica la simbología que hay en la figura que decora el edificio: la barba simboliza la sabiduría. La mano derecha con la palma hacia arriba, el contacto con Ahura Mazda, el dios. La mano izquierda, la rueda de la vida. Las tres filas de plumas, los preceptos de la religión: acción correcta, pensamiento correcto y dicho correcto.
Luego vamos a las torres del silencio, el
“cementerio” zoroastriano. Bueno, realmente son unas estructuras circulares
donde hasta hace unos 35 años, los creyentes de esta religión dejaban a los
cadáveres de sus difuntos para que fueran comidos por los buitres o los perros.
Yo subí hasta arriba, para tener una mejor vista de la zona, pero daba un poco
de yuyu pensar lo que allí pasaba hasta no hace mucho.
Esto está bastante en las afueras, así que desde
aquí volvimos al centro, a la plaza Mirchajmagh. Nuestra siguiente actividad es
una demostración en la Sala de Esfuerzo, una especie de deporte nacional, casi
en vías de extinción, del que ya quedan poco lugares donde se practique. La
demostración comienza a las seis y media, así que para hacer rato, otra serie
de compritas. A las seis y media en punto comienza (entrada 40.000 riales).
Estábamos un grupo de unos catorce franceses, dos iraníes, y nosotros dos con
Azi. Se trata de un recinto circular donde unas veinte personas empiezan a
hacer una serie de ejercicios como locos durante una hora. Se meten una paliza
que no veas. Y todo ello acompañado de música de tambor y canto de un tío, que
yo no sé si hace más ejercicio él o los que están abajo.
Como digo acaba a las siete y media, así que ya solo
nos quedaba cenar. Como de lo que hemos visto hasta ahora el tráfico es cosa de
otro mundo, donde nadie respeta nada, y dada la extensión de las ciudades,
llegar hasta el restaurante nos lleva cerca de tres cuartos de hora. Azi nos ha
recomendado un restaurante moderno en la parte nueva, un restaurante italiano
(Cesars se llama) donde cenamos divinamente, una crema de champiñones y una
pizza para tres. Allí coincidimos con unos españoles que trabajan aquí y
charlamos un rato con ellos. Y ya de vuelta al hotel, que es tarde y mañana nos
espera un nuevo día.
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