Este día teníamos una misión:
rescatar las camisetas de Adela del onsen. Para ello le contamos la historia al
chico de recepción del hotel. Llamó por teléfono al onsen y ¡albricias! Las camisetas
estaban allí. Tuvimos que dar mil detalles de cómo era, colores, tallas,
diseño, bolsa donde iban… Vamos, que se aseguraron bien que eran nuestras.
Para no desperdiciar el
trayecto nos acercamos primero al templo de Honmonji (gracias, Ikusuki) y nos
encantó. Es un templo muy poco conocido, un templo de barrio podríamos decir,
casi desierto, pero que conserva la calma y tranquilidad que se le supone a los
templos grandes. Y no es que sea éste de pequeño tamaño… Estábamos casi solos,
y lo disfrutamos verdaderamente. Además, la señora de la tienda era una
mujeruca mayor, un encanto.
Desde allí a tomar un tren
para llegar a Shinbashi, coger la línea Yurikamome para Odaiba y llegar hasta
el onsen. En el onsen nos trataron realmente bien. Fueron muy amables con
nosotros. Volvieron a cerciorarse de que las camisetas eran realmente nuestras
en base a un montón de preguntas. Luego le pedimos que dejaran entrar dos
minutos a Adela, a ver si podía comprar la mochila de la otra vez, y no
pusieron ningún problema. Así que después de diez minutos, tan contentos de
vuelta, que hoy teníamos sesión doble de entrenamiento.
Adela esta tarde se animó a
venir conmigo a ver los entrenamientos. Para el primero de ellos, a las tres de
la tarde (al que por supuesto llegué un poco pillado) había quedado con Kaskos,
pero el marica no se presentó. Bueno, le perdonaremos… El entrenamiento,
genial, para variar.
Entre uno y otro teníamos un
par de horas, y estuvimos dando una vueltecita por el pueblo, comiendo en el
Saizeriya, matando el rato. Luego el segundo, con el abuelo, ya estaba
petadísimo de gente. Aquí ya estaba Kaskos esperando, y la verdad es que me lo
pasé pipa. Y Adela también, ahí en primera fila sin perder detalle.
De vuelta para cenar en Ueno
yo tenía el antojo de ir a un izakaya, que no había estado nunca en ninguno, y
gracias al par de frases de japonés que habla Kaskos encontramos uno, regateó
con el de la puerta, consiguió un 10% de descuento, nos explicaba lo que había
que pedir… Estuvo fenomenal, y las camareras, supermajas. Luego estuvimos
acompañando a Kaskos a encontrar el hotel cápsula donde se iba a alojar la
noche siguiente.
Y nada, esta era la última
noche el Tokyo, que nos acostamos tarde, para variar…
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