El plan del día era
parecido al del día anterior: seguir navegando y haciendo kayak. La noche ya la
habíamos pasado en la zona de la bahía de Ha Long, y se notaba que el agua
tenía muchísima más suciedad: restos de corcho blanco, botellas y plásticos.
Tras un rato de
navegación de regreso tuvimos la oportunidad de volver a hacer kayak, pero
Adela y yo preferimos quedarnos descansado. En ese rato cayó un chaparrón
tremendo, y estuvimos tan a gusto viendo llover bajo el toldo de la cubierta.
El barco siguió navegando de vuelta, hasta que a las tres, según lo previsto, llegamos al puerto. Nosotros teníamos el traslado a las tres y media, así que con el tiempo justo, pero tranquilos, llegamos a las oficinas para coger todo nuestro equipaje que había quedado allí depositado. Al contrario que a la ida, que el bus subió al ferry, en esta ocasión nos bajaron, cogimos el ferry por nuestra cuenta, y en la otra orilla nos cogió un nuevo bus que fue el que nos llevó hasta Hanoi.
En teoría nos tendrían
que haber dejado en nuestro hotel, pero era viernes por la noche y el atasco
era monumental, así que no nos quedó más remedio que ir andando el último
kilómetro, arrastrando todas las maletas. Era nuestra última noche en Vietnám,
puesto que al día siguiente volábamos, así que nos aviamos rápido para rematar
las compras que nos quedaban, en tiendas que habíamos fichado el primer día al
llegar.
Intentamos cenar en el
pizza 4 p’s, pero estaba hasta arriba, y sin reserva era imposible, así que nos
tuvimos que ir a otro sitio. Y cuando empezaron a cerrar las tiendas no nos
quedó otra que volver al hotel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario